El lazarillo de un ciego que, el muy cabrón, veía

Vicente Álvarez Valdeón no se puede borrar de la memoria de las gentes de La Uña y su comarca pues en cada conversación surge una anécdota del furtivo que acabó de guarda mayor

04/02/2024
 Actualizado a 04/02/2024
Vicente delante de la cantina que durante muchos años regentó en La Uña, testigo de tantas historias que su dueño contaba con retranca. | MAURICIO PEÑA
Vicente delante de la cantina que durante muchos años regentó en La Uña, testigo de tantas historias que su dueño contaba con retranca. | MAURICIO PEÑA

Tarea complicada la de explicar quién y cómo fue Vicente Álvarez Valdeón, al que en su comarca llamaban ‘Chapolines’ el de La Uña; un personajes irrepetible y difícil de dibujar pues lo que resultaba impagable fue escucharle a él contar sus historias, cada vez de una manera aunque fueran siempre las mismas.

- Vicente, ¿tú qué fuiste?
- Acabo primero diciendo qué no fui, porque fui todo. 

- ¿Lo más raro?
- Pues cuando fui lazarillo de un ciego. 

- Tampoco es tan raro.
- Ya, pero es que resulta que el ciego mío, el muy cabrón veía. 

Y echaba una carcajada mientras recordaba cómo entraban a comer a alguna fonda «y engullía a manos llenas, hasta que no le entraba más por el gorguero, y cuando sentía la puerta, que entraba alguien, empezaba a palpar por la mesa como si no encontrara el pan o el tenedor ¡qué farsante!».

Y mientras te contaba esta historia, u otras, iba dejando perlas en la conversación, con cualquier cosa. Estaban poniendo en la televisión una de esas telenovelas de la tarde y dos actores se estaban dando un largo beso: «Fíjate bien cómo se pacen, y el tiempo que llevan, tiene que tener buen verde ese pastizal» y cambiaba a otro tema, con otra frase para el recuerdo. Por ejemplo, estaba nuestra compañera cámara Laura y se queda mirando para ella: «¿Sabes lo que te digo? Que a tí el que no te aproveche no tiene perdón de dios».

Y sigue. Entra otro cliente y en vez de pedir café le pregunta: «¿Tiene café?» (no tenía cafetera en la cantina).
- ¿Usted lo quiere? Porque si lo quiere y no lo tengo voy a Colombia a por él, no se preocupe, pero si nada más es por darme conversación casi mejor habla del tiempo, como todo el mundo, que esa conversación ya me la sé.

"Una vez me atropelló un camión y me  dieron por muerto pero lo arreglé con 15 días en el hospital;otra vez me picó una víbora y esta vez sí hubo muertos... la víbora" 

Inagotable la fuente de sus ocurrencias porque era inagotable la fuente se sus vivencias, e impagable la forma de contarlas, con una gracia de esa gente con chispa. Era Vicente aquello que se decía con una expresión un poco despectiva de «hijo de soltera» pero él lo contaba, como solo sabía él: «Me hice furtivo desde rapaz, porque hacía falta en casa, que éramos pobres... fíjate si seríamos pobres que cuando yo nací, en casa no teníamos ni padre». Hacía un silencio y añadía: «Y agua tampoco, a la fuente a por ella».

Imagen chapo 2
El ‘habitat’ natural de Vicente era el monte y la caza; un verdadero maestro del arte, no solo furtivo. |


Y esa forma de  contar dulcifica una vida que, como él mismo reconocía, fue dura, por la supervivencia en tiempos complicados.  «Nací en los años del hambre, ¿qué quieres que hubiera? Hambre, y había que salir adelante. Había dos salidas: conformarte y morirte de hambre o no conformarte y ser furtivo ¿A tí qué te parece que iba a ser?». Y por eso tuvo todos aquellos oficios que contaba. «Cuidé las ovejas siendo un guaje, fui lazarillo de aquel cabrón ciego, emigré, volví, fui cazador furtivo y pescador, furtivo también, tuve la cantina de La Uña toda la vida y acabé de  guarda del Parque, acompañé a gente muy importante a cazar, a marqueses y de esas gentes».

- ¿Pero no eras furtivo?
- Cuando se dieron cuenta de que de ir detrás de mí no sacaban chupe debieron pensar, pues lo ponemos que vaya él detrás de ellos. El que se me escapaba era porque yo quería. 

Ha dicho, como de paso, que fue emigrante y volvió; un curioso pasaje de su vida que habla de cómo eran las historias de aquellos años duros. «Entonces emigraron muchos a Cuba y volvían con perras. Mi madre tenía allí un hermano y se decidió a ir ella, conmigo claro, que tenía dos años. Mi madre, Sabina, era una mujer de armas tomar que no se le ponía nada por delante. Estuvimos  allí hasta los seis años, pero no nos pinto. Mi tío se murió y con las mismas tuvimos que volver para La Uña».

Las historias que iba contando sobre su vida dibujaban a un personaje de esos resistentes, duro como una peña. Él mismo reconocía que un par de veces estuvo muy cerca de morir. «Me picó una víbora, en el río, y mientras me di cuenta, volví, el traslado... tenía aquella pierna». Y se callaba.

- ¿En qué paró la cosa?
-  Quedamos 1-0 a mi favor. La víbora murió y yo no.

Vicente...

- ¿Y la otra? 
- Me atropelló un camión. Iba a pescar para Salamón, algo tarde, y llegando a Burón llevaba delante un camión, que se abrió y yo creí que era para darme paso y era para meterse para un camino, total que me vi con la moto debajo del camión, me entronchó la pierna y allí quedé. Qué golpe me daría que yo con la cabeza le rompí un foco. El hombre salió dando voces: ‘Que maté a un hombre que no sé quién es, que lo maté!’. Me sacaron como pudieron, me taparon con una manta y me daban por muerto. Estuve catorce días en el hospital, que me pusieron una escayola hasta los guevos».

Todavía andaba con muletas cuando vino uno de los que llevaba habitualmente a cazar,  el hijo del embajador de Bélgica... «y yo con aquella escayola. Le serré el tacón, me dejó una muleta Petra y otra Pascual El Cojo y los llevé a cazar, que abatieron un rebeco». 

Y sigue y sigue. Mezclaba historias  de su vida con comentarios de todo lo que le rodea; no es capaz de calcular las piezas que cazaría, «por lo civil o lo criminal», es decir, legales o como furtivo. «Todos querían un urogallo para disecar, claro con aquellas plumas».

El del café de Colombia marcha, le deja una propina más bien escasa y dice Vicente: «Gracias por la limosna».

Falleció en 2019, a punto de cumplir 90 años, pero poca gente sigue tan viva en el recuerdo de las gentes de este valle como Vicente, Chapolines el de La Uña.

Archivado en
Lo más leído