Este conflicto dialéctico data de mediados del siglo XII, cunado se sacaron las reliquias de San Isidoro en rogativa y procesión con el objetivo de pedir su intercesión para acabar con la pertinaz sequía que atenazaba a los agricultores. Y el milagro se produjo a la altura de Trobajo del Camino, mientras los portadores de los restos habían parado a descansar. Aparecieron nubes negras que descargaron lluvia con tanta fuerza que transformaron la tierra en barro y provocaron que las andas sobre las que reposaba la urna se atollasen. Era imposible moverlas por mucho que lo intentaron los fornidos jóvenes que formaban parte de la procesión. La reina doña Sancha y otras damas oraron y ayunaron durante tres días y fue después cuando cuatro niños de apenas diez años de edad lograron sacar las andas sin dificultad alguna para devolver las reliquias a la actual Basílica de San Isidoro.
Fue entonces cuando se hizo juramento de que no se volverían a sacar y cuando el pueblo de León comenzó a realizar una ofrenda que la síndica municipal, Vera López, defendió como “libre y voluntaria” después de haber repasado los orígenes de la ceremonia de Las Cabezadas.
Y quiso destacar con especial vehemencia la concejala de Bienestar Social el papel que desempeñó la reina doña Sancha. “El milagro no fue solo cosa de San Isidoro, porque no fue posible mover las andas hasta que ella las tocó”, señaló antes de defender que “la mano de la mujer esta siempre presente para solucionar los problemas complejos pese a que muchas veces se nos ha invisibilizado”.
Mientras, el representante del Cabildo de San Isidoro, Luis Rodríguez, esbozó un principio de acuerdo al reconocer a priori que el pueblo acude a hacer la ofrenda “libremente”. “Cualquier hecho, para ser humano, debe ser libre. Sin libertad no hay nada. Y es cierto que ustedes vienen libremente a cumplir con su obligación”, apuntó para dar al traste con el acercamiento.
Repasó la historia de la Basílica de San Isidoro, que nació del antiguo monasterio de San Pelayo y de la iglesia de San Juan Bautista, y puso en valor otras reliquias, como las de las santas Justa y Rufina, y otros bienes, como el cáliz de Cristo procedente de Denia o un trozo de la Vera Cruz, que los reyes y reinas de León trajeron a nuestra tierra. “Querían hacer de esta casa el corazón espiritual y cultural del reino y por eso aquí se ha enseñado siempre el saber de Dios y de los hombres, algo que cobra especial valor es una época oscurantista marcada por los prejuicios y la ignorancia. La historia no es una serie de anécdotas repetidas que nos hacen gracia y se convierten en un cuento prolongado y ustedes saben que la intercesión de San Isidoro derivó en un juramento de ofrenda que les obliga de forma total y que nunca jamás podrán incumplir”, sentenció.
La espina y la faltriquera
La síndica municipal retomó en su segunda intervención las loas a la reina doña Sancha como una mujer adelantada a su tiempo que peregrinó a Jerusalén, donde sirvió cinco años en un hospital, y que a su regreso trajo de Francia una espina de la corona de Cristo, aunque finalmente la llevó a tierras vallisoletanas que por entonces estaban bajo dominio del Reino de León. “Espero que no fuese porque tuviese algún problema con los miembros del Cabildo de San Isidoro y que por eso llevase la espina a aquellas tierras esteparias, porque podría haber servido para elevar los donativos que les dejan los turistas y llenar aún más su faltriquera si se hubiera sumado al cáliz de doña Urraca”, defendió López antes de recordar la desaparición de un manto que se colocó por orden de la reina Isabel II para cubrir los restos momificados de doña Sancha. “No le gustaban los lujos, pero sin ella, no estaríamos aquí hablando de derechos y de libertades como la de venir a agradecer la intercesión de San Isidoro”, apostilló.
No pareció muy conforme el canónigo con las palabras de su adversaria, sobre todo con las referidas al bolsillo y los dineros. “No ha prestado atención a mi primera intervención. Viene a decir que somos unos peseteros pese a que dejé caro que esta es la casa de la ciencia espiritual y humana. El dinero es importante pero no es la principal razón de ser de esta casa”, argumentó el representante del Cabildo de San Isidoro antes de firmar un primer acuerdo sobre el reconocimiento a la figura de doña Sancha. “Fue muy importante, igual que otras reinas y otros reyes, pero viene a echarnos la culpa de la desaparición del manto que cubría sus restos. Y no podemos olvidar que esta casa ha sufrido muchas veces el expolio del poder civil, así que es mejor no señalar a nadie. Efectivamente, doña Sancha era una mujer devota, piadosa y adelantada a su tiempo, pero al mismo tiempo dicen que vienen aquí porque les da la gana, como si la palabra y el juramento de una reina no obligara”, lamentó Rodríguez.
Los Simpson se cuelan en el debate
Pero el canónigo fue más allá y comparó la actitud de los representantes del pueblo leonés con la de Homer Simpson en un capítulo de la popular serie de dibujos animados en el que pide un milagro a Dios y se compromete a ser buena persona si se hace realidad, aunque cuando eso ocurre se da la vuelta y dice: “Ay, se lo ha creído. ¡Qué tonto!”. “Los leoneses somos cazurros y tenemos palabra. Debemos respetar el juramento que hicieron nuestros antepasados, porque lo contrario nos desdice como cazurros, que es la esencia de nuestra identidad. Ustedes vienen aquí libremente a cumplir con su obligación”, sentenció el portavoz del Cabildo de San Isidoro.
Y la síndica municipal elevó el tono en su intervención final para lamentar la “testarudez” de unos canónigos “duros de mollera, dogmáticos e inaccesibles”. “Venimos libre y alegremente. No dudo de la labor de esta casa y tampoco les acuso de nada, aunque sí veo que se han ofendido. Ustedes sabrán por qué, pero nosotros representamos un modelo social distinto que se basa en la búsqueda de acuerdos”, planteó la concejala antes de poner sobre la mesa dos opciones que se sometieron a votación a mano alzada entre todos los presentes en el claustro de San Isidoro.
Intercambio de obsequios
La primera era sacar en rogativa los restos de doña Sancha, aunque esta vez para pedir la paz en Ucrania en lugar de el fin de la sequía. “Si al llegar a Trobajo del Camino llueve y las andas se quedan bloqueadas en el suelo embarrado y no se pueden sacar”, reconoceremos que venimos por obligación”, argumentó antes de regalarle al capitular isidoriano unas zapatillas de deporte para que fuese entrenando antes de salir en la procesión.
Y la segunda alternativa en la búsqueda de acuerdo se centró en donar a los refugiados ucranianos el valor económico del cirio de una arroba «bien cumplida» y de los dos hachones de cera que el pueblo ofrece a San Isidoro.
Aunque en ambos casos hubo división de opiniones entre los presentes, lo cierto es que esta segunda tuvo mucha más aceptación por parte de los presentes y por eso la síndica municipal cerró su intervención pidiendo la intercesión de San Isidoro para el fin de la guerra.
Por su parte, el canónigo inició su intervención final lamentando los “prejuicios” de su adversaria. “Dan a entender que fuésemos opuestos a la sociedad o antidemocráticos, pero somos un Cabildo en el que todas las decisiones se toman por votación”, argumentó Rodríguez antes de recordar que le ha dado la razón en la importancia del papel de doña Sancha y de otras muchas mujeres “valientes e inteligentes”. Es por eso que le regaló un libro sobre la figura de doña Urraca, que también es “muy importante” para los canónigos isidorianos.
Aunque descartó la posibilidad de sacar en rogativa los restos de doña Sancha después del juramento de no hacerlo nunca más con los de San Isidoro, el clérigo le regaló a la síndica un olivo como símbolo de la paz. “Doña Sancha fue muy importante y la mejor forma de ensalzar su valentía y todo lo que luchó por esta casa y por este reino es seguir cumpliendo su juramento”, concluyó antes de sumarse a los deseos de que finalice la guerra de Ucrania y de cerrar una vez más en tablas el debate del ‘foro u oferta’ pese a los acuerdos alcanzados sobre el papel de la mujer y el pacifismo.
Y a este rito le siguió el de la misa antes de que, ya a las puertas de San Isidoro, los representantes municipales protagonizasen tres notables reverencias que conllevan sendas inclinaciones del cuerpo y de la cabeza. Y es por eso que esta ceremonia lleva por nombre Las Cabezadas.