La oportunidad de empezar de cero, a cientos de kilómetros

Accem dio visibilidad a la situación de más de una treintena de refugiados que se encuentran en la fase cero del programa de acogida, en el núcleo de Astorga

Patricia Ferrero
20/06/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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La oportunidad de empezar de cero para muchos está a cientos de kilómetros de casa. Miles de personas de diferentes partes del mundo se ven cada día obligadas a dejar su tierra en busca de una nueva oportunidad. Víctimas de sistemas opresivos, envueltos en zonas de conflicto y desamparados por aquellos debían protegerles han tenido que cerrar la puerta de casa con ‘llave’, en algunos casos de forma indefinida, en otros, definitiva, y en la mayoría de los casos, con lo puesto. Este jueves, con motivo del Día Mundial de los Refugiados, algunas de estas personas y la ONG Accem han querido dar visibilidad a esta dura situación, que no discrimina por género ni por edad, a través de unos actos realizados en la Plaza Mayor de Astorga, uno de los núcleos de trabajo de esta organización.

Los trabajadores ofrecieron información de su labor en el centro, ubicado en el antiguo Hotel Astorga de Pradorrey, en el que se desarrolla la fase cero; un recurso de emergencia que cubre las necesidades básicas, incluyendo la escolarización de los menores. Actualmente, el núcleo astorgano da cobertura a más de una treintena de personas, en su mayoría llegadas del continente americano, aunque también hay un sirio. Esta primera toma de contacto con el programa –que dio comienzo hace, aproximadamente, siete semanas– tiene una duración de unos 15 días o un mes, aunque los trabajadores aseguran que la estancia se ha prolongado «debido a la cantidad de gente, hay lista de espera», relatan.

Estos profesionales han querido poner de manifiesto la difícil situación en la que se encuentran los usuarios, no solo por las condiciones de la huida de sus países. «Algunos llegan de forma directa , tienen familia y apoyo y les resulta más fácil, pero hay otros que han pasado por muchas fronteras antes de llegar, han tenido muchas vidas antes». Cuentan el caso de un usuario al que le ha costado semanas «asentarse». «Sobrevivía a la rutina, pero psicológicamente no era consciente de que estaba aquí y que era muy posible que no pudiera volver. Tardó en darse cuenta de la realidad». Los propios usuarios también han querido expresar sus experiencias, emociones, sus deseos y esperanzas, entre las que destacan siempre «poder estar con mi familia».

Jesús, otro de los usuarios del centro, fue uno de los que relató su experiencia como refugiado, en este caso de Venezuela. Asegura que la situación se ha vuelto tan «insostenible y tuve que tomar la decisión de cerrar las puertas de mi casa y empezar de cero». Ve en el programa de Accem una «gran oportunidad» para ello, y también para «compartir con la comunidad y dejar el listón de la nuestra alto».

Un «motor» para la comarca

Para los trabajadores de Accem que el centro no esté en el centro urbano es algo «positivo», ya que los usuarios y los habitantes de los pueblos pueden interactuar y «es una forma de normalizar la situación. Hay gente que tiene inquietud, recelo... pero luego se dan cuenta que están más cerca de lo que piensan e incluso les enseñan sus huertos, sus animales... Poco a poco se irán normalizando y será algo natural». También creen que este programa es un «motor para la comarca», no solo por el impulso laboral, sino también por la utilización de instalaciones públicas».
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