La DO Tierra de León aumenta sus ventas un 40% en sus siete años de vida

La Prieto Picudo se consolida como una uva excelente, pero cara de producir, mientras el albarín es una variedad recuperada que ha supuesto «un boom en la D.O.»

Teresa Giganto
05/02/2015
 Actualizado a 11/09/2019
Momento de la cata dirigida por Alejandro González en la sede de la denominación ubicada en Coyanza. | T.G.
Momento de la cata dirigida por Alejandro González en la sede de la denominación ubicada en Coyanza. | T.G.
La D.O. Tierra de León tan solo tiene siete años de vida. Es una denominación joven que se basa en gran medida en unas cepas centenarias y en una tradición vitivinícola de la zona que se remonta a la época romana. Ahora se encuentra en plena promoción que le pueda permitir continuar expandiéndose tal y como ha hecho hasta este 2015, un año que ha dejado atrás un buen 2014 del que se puede destacar una buena vendimia y un incremento del número de bodegas.

«Tenemos un volumen de ventas progresivo que ha aumentado el 40%», comentaba Pablo San José, director de la denominación, ante un público numeroso que acudió a la sede para conocer más de cerca los vinos de Tierra de León. Con tan solo 7 años de historia, sus prietos picudos, albarines y rosados han conseguido hacerse un hueco en el mercado donde cada vez se les conoce más. Ello se debe a que detrás hay un importante trabajo de productores y viticultores que mejoran en cada cosecha para ofrecer al consumidor un producto que según el mismo San José, rezuma «exclusividad, nobleza y singularidad». «Tenemos mucha ilusión», comenta. Y eso se nota por la juventud de la propia organización como por la de quienes trabajan en la denominación, Marina, María y Alejandro.

Detrás del "éxito" hay un importante trabajo de productores y viticultores que mejoran en cada cosecha, explica Pablo San José Próximamente Tierra de León pasará a llamarse D.O. León, nombre que continuará albergando las 40 bodegas que ya forman parte de ella. Aunque realmente las protagonistas de la denominación son sus variedades: el prieto picudo y el albarín. Ambas tienen un carácter muy marcado por el clima de la zona, con importante diferencia entre la noche y el día, así como por las condiciones de la tierra que alberga sus vides.

El prieto picudo «no es una variedad extremadamente productiva», explica Alejandro González, el director técnico de la denominación. Esos niveles de baja producción vienen dados porque es una planta proclive a ser objeto de enfermedades, y por tanto es cara de producir.Además de presumir de uva, también se hace lo propio con los procesos autóctonos como el madreo, empleado en la elaboración de los rosados. El madreo consiste en introducir racimos enteros en el mosto lo cual provoca que de ellos salga gas carbónico que al final lo que aporta al vino es ‘aguja’, «una sensación picante en la lengua que lo hace más refrescante y más atractivo».

Por otra parte está el albarín, una variedad recuperada que ha supuesto «un boom en la D.O.», comenta el director técnico. «De repente nos hemos dado cuenta de que es muy bueno y se están haciendo cosas muy interesantes con él», explica. Es una variedad más productiva que el prieto picudo por su resistencia. De él Alejandro destaca «una gran intensidad aromática con dominio de notas cítricas y florales» y también que «es más ligero y fácil de beber».
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