Los inolvidables: Colás, el pobre que ‘atopaba’ la ‘vara de los probes’

En Cabrera, en numerosos pueblos de la comarca, recuerdan al ‘pobre’ más entrañable que recorría sus pueblos, con especial predilección por los días de fiesta

24/03/2024
 Actualizado a 24/03/2024
Colás ‘el pobre’ que cambió el cigarro por la flauta, en Ambasaguas. | UBALDINO CARRERA VÁZQUEZ
Colás ‘el pobre’ que cambió el cigarro por la flauta, en Ambasaguas. | UBALDINO CARRERA VÁZQUEZ

Es difícil encontrar una comarca, incluso un pueblo de la provincia, en el que no se guarde un recuerdo entrañable de ‘aquellos’ pobres que cada año pasaban por ellos; no levantaban ningún recelo, más bien todo lo contrario y siempre había para ellos una limosna, algo que cenar, un hueco para dormir y hasta históricas tradiciones con un aroma a solidaridad, como «la vara de los pobres», que hay aparece en el recuerdo de uno de ellos: Colás.


Uno de los pobres con el recuerdo más fresco, pese a que ya hace décadas que falleció, es Colás, al que podríamos llamar «el pobre de Cabrera», porque en aquella comarca nació —concretamente en Castrillo— y aquella comarca recorrió una y otra vez. En la memoria de las gentes vive, en el recuerdo de las que le vieron cuando eran niños está que había con él un juego a medio camino de tenerle miedo y hacerle rabiar, que tenía su máxima expresión en llamarla «Colás Tristrás»; un juego infantil pues los chavales le hacían burla y él seguía la corriente corriendo detrás de ellos.


En muchas partes escuché hablar de Colás, siempre como una figura entrañable, incluso circulaban unas fotos que le había hecho Ubaldino Carrera, creo que un emigrante que regresó con una cámara de fotos y se las cedió hace años a la revista Serano. Pero fue en 2015, precisamente en un serano que se celebró en Nogar, cuando una mujer que se expresaba en su lengua materna del cabreirés —Teodora Barrio— y que creó un momento realmente mágico al referir que iba a contar la historia de Colás: «Colás, ñacíu en Castriellu, ‘Colasicu‘ cumo lu chamaban dalgunos vecinos. Diba sin una dirección esacta, d’un llau pa outru pulos puebros, caminando pul mundu». Así comenzó, creo que se entiende, de no ser así es un caso único que no solucionará Google pues estas historias no tienen nada de ‘inteligencia artificial’.


Siguió contando Teodora que el bueno de Colás, aunque aparentementecaminaba sin rumbo se las arreglaba para llegar a los pueblos el día de la fiesta, que siempre habría más posibilidades de «cenar a lo grande». Aunque parece que su manjar preferido era unas humildes sopas de ajo. Este paisano, menudo y feo, todo hay que decirlo, solventaba el hambre gracias a una ejemplar costumbre de nuestros pueblos, la vara de los pbres. «No era más que una vara, una tabla o una cruz que iba de casa en casa con la única misión de recordar a las familias que la recibían la vieja costumbre, más bien deber, de dar de comer y dormir a los pobres que pasaban por allí»; y así se completaba la alimentación de Colás, que solía llevar en el zurrón algunas patatas y trozos de pan que iba guardando de las limosnas que recibía.


Ya quisiéramos disfrutar de un recuerdo como el que del bueno y feo de Colás guardan en Cabrera.

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