En el homenaje a El topo de La Mata salió a la palestra el importante papel de las mujeres en la guerrilla, en la resistencia... y no podía faltar el nombre de una mujer, gallega de Soulecín, pero con muchísimas conexiones leonesas: Consuelo Rodríguez, Chelo (Soulecín 1919). Fue la suya una vida marcada por las muertes de sus seres queridos a una historia de amor en medio de la guerra, de la guerrilla. Los montes del Bierzo y Valdeorras fueron parte de su vida y su lucha, pues fue una de las pocas que no fue ‘solamente’ enlace (que ya era duro) también se sumó a la guerrilla en el monte, para poder estar al lado de quien siempre nombraba como “el amor de mi vida o mi marido en la guerrilla”, Arcadio Ríos, pues aún no se habían casado cuando éste fue abatido, en los montes de Casaio.
Después de una vida de pérdidas familiares cercanas, ocurrió un hecho en Berlanga del Bierzo que tal vez sea la mejor definición de la dureza de su andadura. Ya habían asesinado a sus padres, a cuatro hermanos, al amor de su vida (Arcadio)… y en ese momento, en 1949, tomó la decisión de huir a Francia: “Ya han sido demasiadas muertes entre los míos, no aguanto más”, dijo esta mujer que murió en el exilio francés con más de 100 años. Su militancia guerrillera la llevó a casarse en Francia con Marino, que también había sido guerrillero pues, decía, “No hubiera podido hablar con un hombre que no conociera la guerrilla. A Marino, mi marido, nunca le oculté nada, ¿tú crees que otro hombre aguantaría verme llorando por Arcadio?”. De hecho no regresó a España hasta 2007, cuando exhumaron la fosa de Arcadio y viajó a ponerle una cinta con la frase: “De Chelo, a mi amor eterno, Arcadio”.
Su vida estuvo marcada por un hecho de su infancia, la muerte de sus padres: “Yo aún era muy joven. Entraron y me cogieron la primera, me preguntaron por mis padres y les dije que estaban durmiendo. El capitán entró en la habitación y empezó a pegarles palos. A mí y a los hermanos pequeños nos encerraron en la corte de las ovejas”. Después llamaron a los vecinos para que presenciaran lo que iba a ocurrir, para que fuera ejemplo. “Un guardia me dijo que podía subir a verlos. Yo creí que sólo los llevaban a la cárcel y les subí ropa limpia, una tableta de chocolate y un poco de dinero. Pero no fueron a la cárcel, los sacaron por un callejón y unos minutos más tarde escuché los disparos. Cuando pude salir corrí hacia el lugar de los disparos y una vecina me avisó, ‘ya no tienes padres’. Una hora más tarde ya estaban enterrados en un camino, no los vi a ellos, pero sí la sangre que corría aún por el camino”.
Después fue perdiendo, en circunstancias parecidas, a cuatro de los seis hermanos que tenía, pasó las cárceles de Ponferrada y León y cuando mataron a Arcadio dijo “no soporto más muertes”.