Alas diez y media de la noche del Jueves Santo el bar de Guímara era un hervidero de gente, de vecinos que se volvieron a reunir allí después de una esperada celebración que, como tantos otros actos de la provincia, había quedado ‘a medias’ por la lluvia y la nieve pero se vivía un clima de satisfacción por muchas razones: se había recuperado su singular Vía Crucis, con novedades, aunque no había sido posible la procesión por las calles del pueblo, y, también, era motivo de celebración estar allí, en el bar, ‘El fogón de Isabelita’, pues habían temido por su desaparición y las dos personas que se habían hecho cargo del mismo hace pocos meses, llegados desde lejos, Juan Luis y Kervin, tenían mucho que ver con su implicación y entusiasmo en la recuperación del acto religioso que se acababa de celebrar. Juan Luis interpretando al entrar la procesión en el templo ‘La saeta’ de Serrat y Kervin era uno de los tres que portaba la imagen del Cristo, junto a dos vecinas del valle, como manda la tradición.
También se ha recuperado en Guímara lo que seguramente hace a los actos de Semana Santa de este pueblo más singulares: interpretar los Romances de la Pasión de Cristo, según un desconocido texto del gran Lope de Vega que llegó a este pueblo hace poco más de un siglo de la mano de un emigrante. Se perdió, se recupero en los 90 de la mano del párroco del pueblo, se dejó de interpretar a causa de la despoblación y este Jueves Santo regresaba gracias a la colaboración vecinal y el entusiasmo de ‘los cantineros’, con los intérpretes colocados a ambos lados del camino la luz, formado por velas en el centro de la iglesia de San Bartolomé como única luz, como pide un rito de tinieblas.
Apoyados en la pared los pendones de los siete pueblos del Valle de Fornela, la imagen del Cristo presidiendo, dos grupos, uno a cada lado, van desgranando los versos del gran Lope de Vega: "Nos seguirá por el hombre, que salvaje, pues que nos mamas por él al precio de nuestra sangre", canta un grupo y le responde el otro, o lo continúa: "Amén dulce Jesús, que vive besos al grande...".
El ambiente en 'El fogón de Isabelita' es mucho más cercano a la euforia por la celebración recuperada que de lamento por no haberlo podido hacer completo. "Otro año será. Lo importante es haberlo hecho nuevamente", repiten, especialmente Carlota Martínez, que es quien guarda el preciado tesoro del original del libro de Lope —aunque deteriorado— que su antepasado trajo en un viaje de regreso a Guímara.
La segunda celebración es el bar del pueblo: 'El fogón de Isabelita'. Desde que en mayo del pasado año el singular hostelero argentino Gurka cerrara ‘A corte del toro’ en Guímara temían quedarse sin ese centro social que es el último bar de cada pueblo. Se movieron, se anunciaron en todo tipo de foros y... un día en Milanuncios leyó la oferta un cocinero andaluz, Juan Luis Montes, de largo recorrido en el sector, que estaba trabajando en Fuerteventura y por circunstancias personales quería dar un giro a su vida... Su compañero en esta aventura, el venezolano Kervin, lo explicaba en los ratos que le dejaba libre el trajín del bar, aún con la emoción de haber portado el Cristo en la miniprocesión.
- Buscábamos algo diferente. Juanlu vio el anuncio, nos informamos del lugar, que no conocíamos, y aquí estamos, ilusionados, aunque lo de hoy es un espejismo, el día a día es el de un pueblo con menos de veinte habitantes... pero ya vendrá el verano.
- ¿Y el Fogón de Isabelita?
- A ver, el cambio de rumbo del que hablábamos es que falleció hace un año la madre de Juan Luis, fue un duro golpe para él, y el nombre es un homenaje a ella que, por otra parte, fue una excelente cocinera y quien enseñó a Juan Luis.
Llegaron en la época más dura para Guímara, el último pueblo de un espectacular valle de Fornela, sin salida o, como nos dijo el vecino de Bárcena de la Abadía al que preguntamos: "A Guímara solo se va si vas a Guímara, que más allá no hay nada".
Nadie lo diría el jueves en aquel bar (también es hospedería) lleno de gente, de vida y de ideas pues, apuntan sus responsables: "Aunque vinimos (primero Juan Luis y después Kervin) en mala época nos vino bien para conocer el lugar, a los vecinos e ir preparando iniciativas", algunas de las cuales ya han puesto en marcha "a modo de prueba. Sabemos que en anterior negocio funcionó, el lugar merece mucho la pena y buena comida no les va a faltar". De momento ya han obsequiado a los vecinos con celebraciones a base de algo muy tradicional de la comarca: migas.
También esta presencia ‘anticipada’ les sirvió para implicarse en esta recuperación del Jueves Santo, especial- mente a Juan Luis, que le permitió mostrar sus evidentes dotes para la canción.
- ¿Sabéis que Guímara esta instalado en la memoria de la gente como un pueblo ‘rojo’?
- No quita una cosa para la otra; nos explica un vecino que es consciente de la dureza de la guerra y la posguerra en este rincón minero, un pueblo muy apartado, en unos montes muy propicios para ser refugio de maquis y guerrilleros, de vecinos cómplices y enlaces... Algo que, por ejemplo, está muy presente en el documental Nanas sin pan, de Eloína Terrón, nacida en esta comarca y que recupera en este trabajo muchos testimonios de aquellos años muy duros. También existe otro documental más reciente de un guerrillero de Guímara, ‘Un guerrillero llamado Santeiro’, un trabajo de Santiago Fernández que repasa la vida de Serafín Fernández, un minero que lideró la lucha antifranquista en este valle de Fornela y que el 6 de diciembre de 1947 apareció muerto cerca de Fresnedelo, con la espalda apoyada contra el tronco caído de un castaño y sus sesos estaban desparramados por el árbol y la nieve. Las autoridades de la época no dejaron enterrarlo ‘en sagrado’ en el cementerio de Vega de Espinareda. El documental desmiente la versión franquista que lo presentaba como un bandolero y recupera la de los vecinos que le recuerdan como "un hombre de fuertes convicciones políticas sobre la protección de obrero y la libertad".
Santeiro había nacido en Guímara, el mismo pueblo que estos días ha recuperado una singular Semana Santa y que, como decía uno de los vecinos, «no quita una cosa para la otra, la religiosidad siempre estuvo presente en el pueblo». Incluso el hombre que trajo el libro de los Romances de la Pasión también fue asesinado a finales de 1.936.