Empieza un nuevo turno de trabajo y el buzón del teléfono móvil almacena ya un buen puñado de avisos de la noche anterior. «Tiene once mensajes nuevos», responde la voz metálica del aparato a Eric González Molero, agente del Grupo de Mayores de la Policía Local de León (Gruma). Su experiencia le dice que la mayoría, si no todos, tendrán el mismo emisor. Explica que hay una mujer mayor que llama cada noche para quejarse del ruido, para pedirle «que se lo quite», pese a que en sus visitas al domicilio no ha detectado nada reseñable.
Sus sospechas se confirman: «Eric, siento molestarte –se identifica– por favor te pido ayuda, están metiendo unos ruidos que me hacen mucho daño y me van a poner mala. Te lo ruego, por favor, ayúdame». Un pitido anuncia el final de ese mensaje y el inicio del siguiente, de similar contenido. Cada noche lo mismo. ¿Cómo se actúa ante esta situación? «Con paciencia», resuelve Eric. «Hay muchas personas mayores con problemas de salud mental que contactan con la Policía. Se trabaja para darles una solución, aunque muchas veces es complicado porque no suelen reconocer que están mal y como policía llegas hasta donde llegas», dice. El trabajo, indica, debe ser en cadena, ya que muchas veces es necesaria la intervención de otros colectivos como médicos, servicios sociales o la Fiscalía para lograr un cambio.
El de esta mujer es uno de los problemas más comunes que se atienden desde el Gruma, aunque no el único. Personas en riesgo de vulnerabilidad, casos de diógenes, de insalubridad, conflictos vecinales, familiares... El grupo se creó en enero de 2017 con el objetivo de reforzar la seguridad de las personas mayores en una capital «cada vez más envejecida» y, desde entonces, suma cada año varios centenares de intervenciones. En 2024 se llevaron cabo cerca de 700 entre seguimientos, mediaciones, vigilancias, entrevistas, informes y oficios e identificaciones. Se contabilizaron más de 150 altas por intervención policial, unas 60 a requerimiento de los servicios sociales y una veintena a instancia de la Fiscalía/juzgados.
Una labor «muy necesaria»
«La labor que se lleva a cabo es muy necesaria», confirma Amadeo García Llamazares, que es el jefe de la Unidad de Atención a la Familia de la Policía Local de León, que engloba el Grupo de Mayores, el de Menores (Paidós) y el de Atención a la Mujer (Gamu), centrado en la protección de las víctimas de violencia de género. «Hay ocho componentes en menores, tres en violencia de género y uno en mayores», indica García antes de reconocer que de las tres áreas bajo el paraguas de Atención a la Familia, la de Mayores es quizá la «menos satisfactoria» para quien la lleva a cabo. Lo explica: «al final con los menores puedes obtener algún resultado positivo, en violencia de género yo creo que también... pero aquí puedes hacer un trabajo perfecto y ese objetivo de haber logrado un cambio para mejor –que es el que a nosotros nos gusta, porque para eso nos dedicamos a esto– es mucho más difícil verlo».

«A veces sí», defiende Eric González. Cita casos como los de personas que viven solas o matrimonios que se han «abandonado» y que «necesitan una ayuda a domicilio, para la gestión económica o para el médico. Al final haces un informe de servicios sociales, se les pone un Equipo para la Promoción de la Autonomía Personal (Epap) y pasados seis meses se hace un seguimiento y puedes ver que hay cosas que han mejorado». Sí que reconoce que esto, por desgracia, no se da en todas las ocasiones en las que les gustaría.
Vías para la intervención
La entrada principal de avisos procede de las intervenciones llevadas a cabo por otros compañeros. «De las patrullas uniformadas nos llega el grueso de las actuaciones. Generalmente por un aviso de que hay una persona mayor que vive sola, que acumula basura, que tiene un conflicto con el vecino de arriba, de abajo, con su familia... en el informe se reseña: valoración por parte del Grupo de Mayores» y es a partir de ese momento cuando interviene Eric González. Otra de las vías –las principales son tres– es un aviso por parte de los servicios sociales, con los que asegura que existe una buena colaboración. «Con todos los Ceas, con los servicios sociales de Calor y Café, del Hogar del Transeúnte, del Comedor Social, de las trabajadoras sociales del Hospital...» y, por último, la tercera vía son las llamadas o avisos que llegan por parte de particulares.
«Nosotros hacemos las gestiones necesarias y cada caso es un mundo. Hay veces en las que socialmente esa persona no aparenta tener ningún problema. Tiene la casa perfecta, va a la compra, conduce y lo que tiene es un problema de salud mental. Hay muchos casos de estos», explica. Abundan también las «casas insalubres» y lo más frecuente –subraya Amadeo García– es que se lleve a cabo más de una intervención por parte de las patrullas en un mismo domicilio y que estas se prolonguen en el tiempo.
Destacan que en alguna ocasión, una sanción también puede ayudar a frenar un comportamiento incívico. Ofrecen otro ejemplo, el de una mujer a la que se le estropeó el váter y utilizaba en sustitución un caldero que vaciaba en una alcantarilla de la ciudad, frente a un negocio que se quejó por el mal olor. «Una patrulla la pilló en una ocasión y la denunció: 600 euros. Estuvo un tiempo tranquila, pero después volvió y la avisaron de que la siguiente sanción sería de 1.500 y si era necesaria una más, 3.000 euros y paró. A veces cuando tocas el bolsillo las cosas cambian, aunque hay gente que no reacciona», afirman.
Para desempeñar el trabajo del Grupo de Mayores Eric González indica que mantiene reuniones frecuentes con trabajadores sociales, «a veces en Cáritas, otras en Salud mental... somos unos diez y mantenemos un intercambio fluido de información». Colaboran también «con todas las instituciones» y también participan en charlas en determinados centros, para cursos de preparación asistencial para trabajadores, etc. «Con ellas uno de los objetivos que se pretenden es inculcar a los mayores cómo responder ante determinadas situaciones, como cuando se ven envueltos en un delito, porque muchas veces no saben cómo actuar o les da vergüenza denunciarlo», asegura Amadeo García. Por este motivo, considera que da buenos resultados informar sobre la prevención de robos, timos y estafas, sobre cómo evitarlos tanto en la calle como en el domicilio, en viajes o en el banco o establecimientos comerciales y tener claro qué deben hacer cuando esa prevención no ha funcionado y terminan siendo víctimas de un delito.
El agente del Gruma también participa en acompañamientos a las entidades bancarias, «porque muchos no controlan las gestiones, otros se quejan de que les sacan dinero y cuando haces las comprobaciones pertinentes te das cuenta de que el abuso financiero sí que se da», lamenta. Y, además, interviene en ocasiones en casos de gente joven con problemas mentales derivados en muchos casos del consumo de sustancias.
«Hay trastornos que casi casi se podrían englobar en la demencia. Son personas que sufren brotes y a las que se atiende y se estabiliza, pero que también es fácil que vuelvan a descontrolarse». Son múltiples las vías de trabajo dentro de un grupo, el de Mayores de la Policía Local, que «funciona» y que contribuye día a día a lograr el objetivo con el que se puso en marcha hace ocho años: velar por la seguridad y el bienestar de los mayores de la capital.