Fallece 'Doña Rosa', maestra en La Tercia y guía altruista del Museo Etnográfico de Villamanín

Era una de las mujeres más conocidas y queridas de la comarca, por sus 'oficios' y su entrega

02/08/2023
 Actualizado a 02/08/2023
Rosa Gutiérrez ha fallecido a los 93 años. | LAURA PASTORIZA
Rosa Gutiérrez ha fallecido a los 93 años. | LAURA PASTORIZA

Las puertas cerradas del Museo Etnográfico de Villamanín hacían presagiar la noticia que finalmente se produjo, Doña Rosa, Rosa Gutiérrez, la guía, guardiana, cuidadora y alma del museo ya no podía atenderlo. Y este martes falleció, a los 93 años, la que era una de las mujeres más conocidas y queridas de la comarca, por sus ‘oficios’, su entrega.

Porque antes de volcarse con el Museo y todo lo que era historia de la comarca doña Rosa había sido maestra durante décadas y había ejercido esta profesión en un buen número de pueblos de la comarca. “Cuando a los pueblos se iba andando, lloviera o nevara, y si se podía en bicicleta… menuda novedad cuando saqué el carnet y me compré un coche”.

La pasión por la historia de Villamanín, en principio; de  La Tercia, donde ejerció, y en general de  Los Argüellos llevaba a esta apasionada por la historia a leer todo lo que se publicaba sobre su tierra, a estudiar y algunos años organizó, coincidiendo con las fiestas de Villamanín, un recorrido cultural por ‘Los rincones de Villamanín’ que era una verdadera gozada seguir y conocer qué latía en cada uno de los rincones de este pueblo que fue reconstruido en su totalidad por Regiones Devastadas, de ahí su postura de clara oposición al derribo del cuartel pues, explicaba, “forma parte de un conjunto histórico que no se entenderá sin este edificio pues una de las esquinas de la arquitectura del pueblo es precisamente el cuartel”.

Esa misma filosofía la llevaba a las explicaciones de las visitas al Museo Etnográfico, recorriendo las historias de los viejos oficios, con todo tipo de datos, de los históricos vecinos, con todo tipo de anécdotas… pero le podía la pasión cuando llegaba al rincón que había dedicado, y mimado, a los recuerdos de la vieja escuela rural, su pasión y su oficio cuando, explicaba ella, “la maestra era muy diferente a la actualidad. Eras maestra las 24 horas del día y cuando veías a un alumno haciendo algo impropio, a la hora que sea, le explicas que está mal y le hablas como lo que eres, la maestra, que no dejas de serlo a las cinco de la tarde cuando cierras la puerta”.

Una de las rutinas que más le gustaba a doña Rosa era acudir cada año al Colegio Santa María de Arbas de Villamanín para contarles a los niños su historia de una maestra… y a los profesores.

Era además una familia muy conocida pues su marido, Tiburcio, regentó durante muchos años otro de los negocios de hostelería con más historia de Villamanín, el recordado Bar González.

Y para el anecdotario, no le gustaba que le llamaran Doña Rosita, no solo por el diminutivo también porque, al hilo de la famosa obra, mucha gente decía “Doña Rosita… la soltera”, y nada que ver con ella

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