En 1977 estuvo 3 días secuestrado por la Liga Guerrillera; su mujer vio el secuestro y él recibió un tiro en el fémur Pasaron varias décadas, se repetía en todas partes aquello de «los de Coronita», se hablaba de sus historias y leyendas urbanas, pero Antonino y Cinia se han hecho ‘familiares’ en la vida cultural y social leonesa, a través de la Fundación que lleva su nombre en Cerezales del Condado, una asociación que se ha convertido en un referente, que ha dinamizado la vida de la comarca, que es un modelo en el que se miran muchos y que admiran otros por los medios que tiene. El secreto de ‘los medios’ es que aunque su fundador no era un indiano al uso sí cumplió a rajatabla con el primer mandamiento de los más triunfadores, dejar en su pueblo, en su tierra, un legado que haga imborrable y eterna su figura. En el caso de ‘Don Antonino’ es la Fundación, pero también proyectos como Soltra (Solidaridad y Trabajo) o sus desvelos por la Virgen del Camino, tal vez heredados de su mentor empresarial, como heredó de él el que seguramente es la única empresa que abordó y no ha podido ver finalizada con éxito en vida:su empeño (y cuantiosas aportaciones económicas) en la causa de beatificación de Isabel la Católica.

Siempre con Cinia a su lado pero consciente de las responsabilidades que asumía, tanto que muchas veces contaba —era un gran conversador—una anécdota que le dolía. «Recuerdo el primer día de trabajo en la Modelo, Don Secundino García (apoderado de Don Pablo) me acompañó a la Cervecería y antes de entrar me detuvo en la puerta y me dijo:
- De aquí para adentro, no hay familia. De aquí para afuera, sí hay familia».
En el Grupo Modelo comenzó a trabajar en los departamentos de lavado de barriles y despacho de camiones Pero lo que más le dolió llegó cuando ya era un empresario de éxito, en 1977. «Ocurrió lo imprevisto en aquella mañana del 29 de marzo de 1977. Un hombre herido, maltrecho, sin afeitar, con la figura desencajada, con ojos de no dormir, había sobrevivido a un legendario secuestro en el Distrito Federal. La prensa, en grandes titulares, había golpeado a la opinión. «Industrial secuestrado». 72 horas después, el protagonista atravesaba el umbral de su casa, ante de reporteros sin que percibieran de quién se trataba. Era el fin de tres interminables días en manos de la Liga Guerrillera 23 de Septiembre. Aquella mañana ocurrió todo en segundos, al lado de su hogar, cuando iba a subir a su automóvil. Dos hombres armados se apoderaron de él, y dispararon cuando opuso resistencia. Un proyectil atravesó el fémur de su pierna derecha con orificios de entrada y salida. Cuando su mujer, Cinia, se asomó al balcón al oír los disparos, sólo vio un coche huyendo y un reguero de sangre caliente tras las rodadas».
Ya era un leyenda como empresario pero no fue su vida laboral un llegar y heredar la empresa del tío de su mujer. Cuenta en la biografía de «sus amigos» los Dominicos que «comenzó trabajando en la Cervecería Modelo, en los departamentos de lavado de barriles y despacho de camiones. Después, un intenso aprendizaje, con jornadas agotadoras, hasta que llega la invitación de Don Pablo para que se hiciese cargo de la Administración General del Grupo, a la que se resistió tercamente. Pero la invitación se convirtió, de pronto, en orden no negociable...». Yahí arrancó su leyenda.
Leyenda en la que un día volvió la mirada hacia León, hacia Cerezales del Condado, a su infancia, y así nació su gran legado social y cultural.