Cuando Sánchez se preparó para el sacerdocio en los 90 –se ordenó hace 17 años– recuerda que eran quince seminaristas. Hoy, cinco. Más otro siete en Astorga que vienen cada día a recibir clases, más los 18 estudiantes del ‘Redemptoris Mater Virgen del Camino’ –el viejo Seminario Menor de la carretera de Asturias–, donde siguen el camino neocatecumenal (conocidos popularmente como ‘los kikos’).
Nada que ver con otras épocas –muchas décadas atrás– en que sólo el Seminario Mayor de León llegó a acoger más de medio millar de aspirantes al sacerdocio. ¿Hay menos vocaciones? Sánchez se encoge de hombros. Parece que sí.
Thierry (31) es de Gabón y vino a estudiar Derecho a la ULE. En el último curso sintió la vocación y entróEl camino hacia el sacerdocio es largo. Para acceder al Seminario, los jóvenes –o no tan jóvenes– deben tener estudios universitarios, o al menos la Secundaria terminada, o el acceso a la universidad. Después, seis años de formación, con clases diarias en el centro, y más tarde un año o año y medio de ‘pastoral’, donde se les envía a una parroquia (ayudan, dan catequesis, pero todavía no dicen misa).
En el año pastoral se ordenan de diáconos, y entre seis y doce meses después se convierten en sacerdotes. El proceso total tiene una duración media de ocho años que a algunos seminaristas «se les hace eterno», según cuentan. La disciplina, el estudio, las horas de oración se les echan a veces encima y les hacen dudar. Algunos no llegan al final del camino, otros sí. Cada vez menos.
Un edificio inabarcable
El edificio es enorme. Tres plantas. Techos altísimos. Ha habido obras, y hubo un tiempo en que también el llamado ‘Intercolegial’ –hoy reconvertido en apartamentos– también formó parte del Seminario. Ya no. Imposible calcular la superficie del inmueble, hasta para Sánchez, que reconoce que «a veces da respeto» caminar por los pasillos por las noches.
Jesús Félix (48) sintió la llamada a los 18 años pero entró en el Seminario el año pasado: "Lo pensé mucho" En los sofás del salón donde suelen ver los telediarios «y algún programa que otro» esperan sentados los cuatro seminaristas que conviven a diario en el Seminario Mayor. Este domingo –hoy– es el Día del Seminario y quedamos el jueves para saber cómo es la vida de un aspirante a sacerdote en el siglo XXI.
Van vestidos como cualquier chico de su edad. Toquetean sus móviles. Disponen de ordenadores y conexión a Internet. A los cuatro se les puede considerar ‘de mediana edad’. Algunos sintieron la vocación «de niños», pero cuentan que «se lo han estado pensando». Tanto, que la mayoría han entrado al Seminario pasada la treintena, y dos ya rozan el medio siglo.
En realidad, son cuatro chavales como cualquier grupo de los que se encuentran a esta misma hora –media tarde– fuera, frente a la Catedral, tomando el sol o haciendo fotos a las vidrieras. «Hacemos una vida muy normal, también salimos, vamos al cine, damos una vuelta...», cuentan, «y un fin de semana lo tenemos entero libre. Paisanos normales.


Hablamos un poco de todo. También de los escándalos que últimamente han salpicado a la Iglesia. Jeremías cree que «esas cosas también pasan en la vida civil, pero a esto los medios lo dan más relevancia». A Adrián las denuncias de abusos sexuales le producen mucha tristeza. «Está bien que vayan saliendo, que se denuncie y corrija».
Y Thierry quiere dejar claro que el sacerdocio no es un trabajo. «Si vienes aquí a prepararte vas a ser pastor, y entonces tienes que cuidar a tus ovejas, no comértelas».