El Seminario de las vocaciones tardías

Cinco chavales de mediana edad, cuatro leoneses y un africano, se forman para el sacerdocio en el Seminario Mayor de León, un centro en el que llegaron a vivir más de 500 seminaristas

Susana Martín
19/03/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Jesús Félix, Adrián, Jeremías y Thierry, cuatro de los cinco aspirantes a sacerdote en el Seminario Mayor de León, junto a la Catedral. | MAURICIO PEÑA
Jesús Félix, Adrián, Jeremías y Thierry, cuatro de los cinco aspirantes a sacerdote en el Seminario Mayor de León, junto a la Catedral. | MAURICIO PEÑA
El Seminario Mayor de León –el que está junto a la Catedral– se llama en realidad Seminario Conciliar San Froilán. Puede que pocos leoneses lo sepan. Como muchos desconocerán también que en el enorme inmueble viven a día de hoy «cuatro seminaristas y medio», cinco jóvenes que aspiran a convertirse en sacerdotes cuando superen los seis años de preparación, aunque uno de ellos –Guillermo– no está ahora interno porque ha pasado a la siguiente ‘fase’, la de pastoral, y digamos que está ‘en prácticas’ en Cistierna. Lo cuenta José Sánchez González, el sacerdote leonés –de Boñar– que desde hace 11 años es el rector del centro. Él mismo estudió la carrera eclesiástica aquí, seis años de estudios universitarios en este centro adscrito a la Pontificia de Salamanca.

Cuando Sánchez se preparó para el sacerdocio en los 90 –se ordenó hace 17 años– recuerda que eran quince seminaristas. Hoy, cinco. Más otro siete en Astorga que vienen cada día a recibir clases, más los 18 estudiantes del ‘Redemptoris Mater Virgen del Camino’ –el viejo Seminario Menor de la carretera de Asturias–, donde siguen el camino neocatecumenal (conocidos popularmente como ‘los kikos’).

Nada que ver con otras épocas –muchas décadas atrás– en que sólo el Seminario Mayor de León llegó a acoger más de medio millar de aspirantes al sacerdocio. ¿Hay menos vocaciones? Sánchez se encoge de hombros. Parece que sí.

Thierry (31) es de Gabón y vino a estudiar Derecho a   la ULE. En el último curso sintió la vocación y entróEl camino hacia el sacerdocio es largo. Para acceder al Seminario, los jóvenes –o no tan jóvenes– deben tener estudios universitarios, o al menos la Secundaria terminada, o el acceso a la universidad. Después, seis años de formación, con clases diarias en el centro, y más tarde un año o año y medio de ‘pastoral’, donde se les envía a una parroquia  (ayudan, dan catequesis, pero todavía no dicen misa).

En el año pastoral se ordenan de diáconos, y entre seis y doce meses después se convierten en sacerdotes. El proceso total tiene una duración media de ocho años que a algunos seminaristas «se les hace eterno», según cuentan. La disciplina, el estudio, las horas de oración se les echan a veces encima y les hacen dudar. Algunos no llegan al final del camino, otros sí. Cada vez menos.

Un edificio inabarcable


El edificio es enorme. Tres plantas. Techos altísimos. Ha habido obras, y hubo un tiempo en que también el llamado ‘Intercolegial’ –hoy reconvertido en apartamentos– también formó parte del Seminario. Ya no. Imposible calcular la superficie del inmueble, hasta para Sánchez, que reconoce que «a veces da respeto» caminar por los pasillos por las noches.

Jesús Félix (48) sintió la llamada a los 18 años pero entró en el Seminario el año pasado: "Lo pensé mucho" En los sofás del salón donde suelen ver los telediarios «y algún programa que otro» esperan sentados los cuatro seminaristas que conviven a diario en el Seminario Mayor. Este domingo –hoy– es el Día del Seminario y quedamos el jueves para saber cómo es la vida de un aspirante a sacerdote en el siglo XXI.

Van vestidos como cualquier chico de su edad. Toquetean sus móviles. Disponen de ordenadores y conexión a Internet. A los cuatro se les puede considerar ‘de mediana edad’. Algunos sintieron la vocación «de niños», pero cuentan que «se lo han estado pensando». Tanto, que la mayoría han entrado al Seminario pasada la treintena, y dos ya rozan el medio siglo.

En realidad, son cuatro chavales como cualquier grupo de los que se encuentran a esta misma hora –media tarde– fuera, frente a la Catedral, tomando el sol o haciendo fotos a las vidrieras. «Hacemos una vida muy normal, también salimos, vamos al cine, damos una vuelta...», cuentan, «y un fin de semana lo tenemos entero libre. Paisanos normales.

Entre 31 y 50 añosJeremías (50): Vives la vida y tardas en tener claro si quieres ser sacerdote o no, y al final te arriesgas Los más jóvenes son Thierry, africano de 31 años, y Adrián, de Vega de Infanzones (32). También tiene 32 Guillermo, el seminarista que mientras realiza la ‘pastoral’ vive en Cistierna. Después, Jesús Félix, que tiene 48 años y es de Prioro, cuna tradicional del sacerdocio leonés, al menos antaño. El más veterano en edad es Jeremías (50), que nació en Valencia de Don Juan.A Thierry, que es de Gabón, le ‘pilló’ la vocación en el último curso de Derecho, con 27 años. Vino becado a la ULE y nunca volvió a su país, donde siempre fue muy activo en la Iglesia. «De momento tengo clara mi vocación», dice. Jesús Félix cuenta que sintió la vocación hace tres décadas, aunque no entró en el Seminario hasta el año pasado. Antes, trabajó como profesor de Religión y en la construcción. «Jamás tuve una novia», dice. El otro ‘veterano’, Jeremías, sintió la llamada de Dios con 12 años, pero hasta hace cuatro años, con 46, no se hizo seminarista. «Por la vida», asegura, «vives y no lo tienes claro, y al final te arriesgas». En el caso de Adrián, es ingeniero de Minas. Antes de entrar en el Seminario hace tres años trabajó como profesor particular y en Cruz Roja. «El Seminario es para saber si sí o si no», dice, y recuerda que sintió la vocación «de niño» pero fue cambiando. «Al final, el Señor insiste, y... hay que hacerle caso».Sobre los escándalos de la IglesiaAdrián (32): El Seminario es  para saber si sí o si no. Dudé, pero al final el Señor insiste y... hay que hacerle casoLos cuatro coinciden en que la vida del seminarista tiene sus dificultades. Mucha disciplina, horas de estudio, rigidez de horarios. Con todo, aunque ninguno de ellos tiene claro si completará su formación aquí, todos le encuentran aspectos positivos. El aprendizaje en todas las dimensiones, conocer y vivir mejor el mensaje de la Iglesia, los ratos de oración con los compañeros o lo que se aprende en la vida en comunidad son los aspectos positivos que más destacan. Lo peor, «las decepciones, porque la Iglesia también está formada por personas», o la disciplina, o lo largo que se les hace la carrera «a su edad», el tener que ajustarse a los horarios, la falta de libertad. «La certeza absoluta de si quieres estar aquí nunca la vas a tener», opina Jeremías.

Hablamos un poco de todo. También de los escándalos que últimamente han salpicado a la Iglesia. Jeremías cree que «esas cosas también pasan en la vida civil, pero a esto los medios lo dan más relevancia». A Adrián las denuncias de abusos sexuales le producen mucha tristeza. «Está bien que vayan saliendo, que se denuncie y corrija».

Y Thierry quiere dejar claro que el sacerdocio no es un trabajo. «Si vienes aquí a prepararte vas a ser pastor, y entonces tienes que cuidar a tus ovejas, no comértelas».
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