Pero, ¿qué es la acalasia? Se trata de «un trastorno motor esofágico, que es un trastorno de la motilidad y del movimiento del esófago», explica Domínguez. Recuerda además que «el esófago es un tubo muscular que comunica la boca con el estómago, y se separa de la faringe por el esfínter superior, y en la parte de abajo por el inferior».
«Lo que sucede en la acalasia es que el esfínter inferior no relaja bien, por lo que la comida no cae al estómago porque ese esfínter, que normalmente abre y cierra cada vez que tragamos, está mucho más tiempo cerrado que abierto», explica la doctora encargada de esta unidad. «Los movimientos peristálticos no propulsan el bolo con normalidad, porque esas ondas no son normales, son no funcionales», detalla.
Contra lo que se pueda pensar, este problema con el esófago sucede tanto con sólidos como con líquidos, por lo que no hay una pauta a seguir para evitar los síntomas de la acalasia. El gran enigma es la causa, puesto que es «desconocida». «Sabemos que hay unas alteraciones porque se ha estudiado», añade. «En el esfínter inferior hay un defecto neurológico, ya que en los plexos nerviosos que están entre las capas musculares del esófago, donde están los neurotransmisores que son los que hacen que se muevan todos los órganos, no se produce la relajación», apunta Domínguez. Las causas son por tanto «múltiples», pero tampoco se sabe «cuáles afectan a cada paciente». Por ejemplo, pueden ser causas «infecciosas, autoinmunes, isquémicas, tóxicas…»
Los síntomas que estos pacientes poseen son sobre todo disfagia, «la dificultad para tragar», que supone que «el bolo progresa lentamente o incluso se queda parado». «Eso cuando los pacientes lo cuentan muy bien y es fácil detectarlo, pero otras veces dicen que tienen un dolor en el pecho, incluso hablan de reflujo», detalla Domínguez, que también resalta sobre este último síntoma que «no es lo típico, porque si el esfínter está más cerrado de lo normal, el alimento no sube». A ello hay que añadir que la comida, «al quedarse parada, cuando el paciente está en la cama regurgita, por lo que el contenido del esófago sube hacia arriba, pero no es ácido, sino contenido retenido, y a veces si está mucho tiempo, puede incluso estar putrefacto o tener una sensación desagradable».
Aunque no hay cura, se alivia con una cirugía con la que se hace un corte en el esfínter del estómagoEn cuanto a los tratamientos, se presentan varias opciones, aunque es una enfermedad que no tiene cura, por lo que alivia en parte la acalasia. Si el enfermo es joven, lo más seguro es una cirugía que consiste en «hacer un corte en el esfínter inferior, lo que se llama miotomía de heller». «Ese corte muscular hace que se favorezca que esté abierto, y aunque baje con dificultad, la comida llega al estómago», apunta Domínguez, que también señala que «abrir el esfínter favorece el reflujo, por lo que aparte de cortar se hace una funduplicatura, que es coger la parte alta del estómago, que se llama fundus, y ponerla alrededor del esófago». Con los mayores, con los que «sería muy riesgoso llevarlos a quirófano ya que al ser una enfermedad benigna sería contraproducente, se usa bótox», añade Domínguez sobre un método que utiliza esta «toxina botulínica que se inyecta en el esfínter inferior y relaja el esfínter», aunque no es duradero, por lo que hay que repetir cada varios meses. También existe la posibilidad de producir «una dilatación con un balón, que se infla con una endoscopia y se hace una rotura controlada del esfínter». «En León, como los cirujanos tienen mucha experiencia, no se suele hacer esta dilatación», resalta Domínguez, que también apunta una técnica que todavía no está implantada en España que consiste en «hacer un túnel en la mucosa del estómago con una endoscopia, es decir, una miotomía endoscópica per oral».
"Siempre llevo una botella de agua conmigo"
Tener acalasia no supone cambiar de vida drásticamente, pero sí lleva consigo sufrimientos que los pacientes tienen que soportar con estoicidad. De esto sabe mucho Eva Alonso, una de las pacientes controladas en el Complejo Asistencial Universitario de León. Su enfermedad empezó a manifestarse a los 15 años, cuando se iniciaron los fuertes dolores en el pecho, y que poco a poco le impidieron comer con normalidad, sobre todo al tragar, uno de los primeros síntomas que se manifiesta en esta dolencia. Las pruebas que le hicieron, primero en el Hospital y luego en el Ramón y Cajal de Madrid, confirmaron su acalasia. Como pasa con todos los enfermos de esta dolencia, se desconoce la causa, pero en su caso los médicos no descartaron que tuviera incidencia la muerte de su padre, que fue justo ese año. Fue entonces cuando llegaron los dolores, la disfagia, el no poder ir a gimnasia...«El profesor me dijo que fuera al médico y me llevó mi madre», recuerda Eva, que no duda en afirmar que sin su apoyo, sin su ayuda, hubiera sido imposible superar la enfermedad. «Recuerdo a mi madre una noche entera, ocho horas seguidas, junto a mí porque no se me pasaba», apunta esta afectada, que describe así lo duro que era el dolor en el esófago, que luego le llegaba (y le pasa aún en ocasiones) a la espalda, a los oídos... «Ahora ya soy capaz de saber cuándo me va a venir el dolor», agrega Eva, que según detalla, con agua se le suele pasar. «Llevo siempre una botella conmigo, porque si no, me entran los sudores», reconoce.
Si duro es el dolor, también lo son las pruebas, en especial la manometría esofágica, una técnica que permite saber la presión que hay en el esófago y comprobar así si se tiene acalasia o no. Eva recuerda el sufrimiento de las tres veces que tuvo que someterse a ella.
Unos años después fue operada y con ello logró que su esófago soportara mejor los tragos, por lo que la comida baja mejor hasta el estómago. Pero aún así todavía tiene dificultades para poder comer con normalidad, sobre todo en épocas de estrés, donde le afectan más los dolores.