El desierto se confina en la ciudad de León

Donde hace poco más de diez días había bullicio, hoy reside el silencio que caracteriza las jornadas de un estado de alarma que mantiene a León en la calma

T.G.
23/03/2020
 Actualizado a 23/03/2020
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Igual no estábamos tan mal. Lo vemos después de una decena de días contemplando la calle desde el cuadro de una ventana que muestra silencio, soledad y un vacío que no era tal hace poco más de una semana. Cuesta acostumbrarse a una rutina nueva que tiene de todo menos calle. Por ellas nadie corre a contrarreloj para llegar a la hora al trabajo, nadie espera al autobús, no está en la esquina el vendedor de cupones ni tampoco hay pompas de jabón en la calle Ancha. Ningún peregrino se retrata a las puertas de San Marcos, no hay coches pitando en la Inmaculada, los bares son templos de soledad como lo son las iglesias. Nadie se sentó este fin de semana en el cine, tampoco nadie aplaudió a su hijo jugando al fútbol desde una grada. Ninguna pareja se dio un beso por las sombras del Paseo de la Condesa.

La libertad estos días es bajar la basura o dar un paseo al perro. Una llamada que llevaba meses sin hacerse, esa receta que siempre se resistió, la limpieza a fondo de ese armario revuelto. Nos da igual que haga frío o calor, que llueva o que truene. En casa estos días siempre sale el arcoíris, y donde no está, se pinta. Viajar es cosa de libros o películas. Mientras, en la calle, nos esperan las palomas que se pasean más apacibles que nunca.

Pronto o tarde volverá a estas calles de León, hoy vacías, el bullicio. Volverás a mojarte con una baldosa del Húmedo, a esperar con prisa a que el semáforo se ponga verde. Volverás a pitar en el atasco, a no tener sitio para sentarse en el autobús, a cruzar esa bandada de palomas…
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