
En el último año Pat Kaos ha tatuado a mujeres llegadas desde todos los puntos de España y aunque no sobra sitio en su agenda —intenta no tener lista de espera se los saca «del cuerpo»— siempre hace hueco para quien lo necesita. En el caso de reconstrucciones de mastectomizadas solicita el consentimiento previo del oncólogo y del médico de cabecera, conocer las alergias o intolerancias para elegir las tintas —siempre homologadas— y conocer los ‘deseos’ de la interesada. «Si es una única mama se intenta igualar al máximo la morfología de ambos pechos y si son ambas suelo utilizar fotografías previas a la cirugía; si no tienen, les pido fotografías de las tetas que siempre hubieran querido tener», explica la tatuadora. No obstante, «son ellas mismas quien te van explicando, porque cada pezón o areola es único, es como la huella dactilar». La técnica es la misma, realista a color, pero «cada caso se trabaja de forma diferente porque hay pequeños pliegues, glándulas, superficies lisas… La técnica es ‘free hand’ (mano alzada), dibujando, midiendo, ubicando en la piel». La duración de la sesión también es variable porque depende del tipo de piel, del grado de sensibilidad, de las tonalidades —se hacen los colores «para ellas», mezclando las tintas—, etcétera. Para un pecho la sesión media puede ser una hora y media, aunque también puede ser menos, porque a veces solo es una parte del pezón o de la areola. Después cura como cualquier otro tatuaje. A diferencia de la micropigmentación, el tatuaje es permanente y no necesitaría ningún retoque, aunque si fuera necesario Pat Kaos lo haría.
Después viene el espejo, la sonrisa, las lágrimas de emoción al ver el resultado, el orgullo de volver a mostrar el pecho, los ánimos recuperados, el boca a boca en las asociaciones, en las consultas, las cartas y mensajes al estudio sin miedo a contar cómo se sienten, el cambio de actitud, los cuadros preciosos como el que preside el despacho, regalo de una pareja a la que puedo ayudar, la amistad.
"La satisfacción me lo paga"
Con ello, no extraña que Pat Kaos afirme que «a nivel personal» le resulte «amoral cobrar por esto». «No cobrar es una decisión personal, yo pongo mi tiempo y mi trabajo; con mi experiencia, mi moral no me permitiría hacerlo», mantiene. Años de pelea contra una enfermedad dejan marcas en toda la vida del enfermo, no solo en el cuerpo, también en el ánimo, en las relaciones y en el bolsillo. Muchas personas a las que se les reconstruye el pezón y la areola —o las cejas— no cuentan con recursos para costearse este tipo de intervenciones. «Debería cubrirlo la Seguridad Social», asegura la tatuadora, que sabe lo que es estar tres años «hipotecada» por problemas de salud.Pero la solidaridad es colectiva y muchos clientes dejan «propinas» para costear los materiales o lo necesario para estos tatuajes. Muchas mujeres también colaboran en lo que pueden —algunas acuden desde la otra punta de España y el viaje ya es un gasto importante— y, en general, hay más manos sosteniendo las manos de Pat Kaos para que ella pueda devolver con su arte parte del calor perdido al pecho de mujeres y hombres que la enfermedad ha intentado apagar.