Dos décadas mostrando desde la montaña de León al mundo su gran riqueza animal

El Museo de la Fauna Salvaje de Valdehuesa cumple 20 años con una colección de número y valor imposible de calcular y habiendo recibido en este tiempo cerca de un millón de visitas

09/05/2024
 Actualizado a 09/05/2024
https://youtu.be/VCYnp1BxX7o

El Museo de la Fauna Salvaje de Valdehuesa nació de una pasión, la de su impulsor, Eduardo Romero Nieto, por los animales y la naturaleza y que él mismo define como «locura». El centro, que ahora cumple 20 años, ha ido sumando con el tiempo especies a la colección –de número y valor imposible de calcular– y por él han pasado desde su apertura cerca de un millón de visitantes. Entre ellos, unos 250.000 niños. «Hemos luchado desde el principio para que estén todos los animales del mundo y lo hemos conseguido. Nos sentimos muy orgullosos, pero tenemos que seguir peleando para que esto siga así», señala Romero Nieto, que afirma que ha recorrido «todos los museos del mundo» dentro de su temática y ha concluido que este es, sin duda, «el más completo». 

Su acceso exterior ya prepara al visitante para lo que va a encontrar dentro. Diferentes esculturas a tamaño natural reciben al turista y avisan de que en su interior lo que se esconde es «ante todo arte». «Los bronces que tenemos, los cuadros... pero sobre todo el naturalizar a un animal en el que lo que va dentro es una escultura es como si se le volviera a dar vida de alguna forma», advierte Romero Nieto, recordando, además, que «todos los animales que hay aquí son adultos y que de otra forma ya no estarían, porque estarían bajo tierra». El Museo de Fauna Salvaje no solo los recupera, sino que los muestra al público con un sentido didáctico. «Esta es una fundación con fines didácticos, para que la gente los pueda ver de cerca, conocer las especies, saber su tamaño habitual y, por supuesto, es una fundación que lucha siempre para que se respete y se conozca la naturaleza. Estamos poniendo nuestro granito de arena para que así sea», indica.

El Museo está, además, en continuo crecimiento. En el último año han incorporado un total de 32 especies nuevas que han conseguido a través de convenios con parques naturales de diferentes países o, en algún caso, se trata de animales de los que tenían los cráneos, pero de los que era más complicado obtener la piel. 

El próximo ‘habitante’

Ahora, subraya que lo que quedan son ya «pequeños detalles». El próximo ‘habitante’ del Museo será un pingüino, un emperador, una especie casi amenazada y de gran tamaño. Lo han conseguido a través de un convenio con Faunia y lo incorporarán en los próximos días. «El taxidermista lo está acabando de hacer», dice. Este ejemplar se sumará a otros pingüinos que incorporaron el año pasado y entre los que destaca uno con un llamativo plumaje en la cabeza. Respecto a los más complicados de conseguir de entre todos los que alberga el centro, Romero Nieto cita el león asiático o los carneros que ocupan una de las salas, ya que de algunos «quedan ya muy pocos» y habitan, además, en lugares a los que es complicado acceder por el riesgo que esto implica.

Ir reuniendo la colección ha sido «duro», pero Romero Nieto dice tener la «satisfacción del deber cumplido» y reconoce que siempre que se ha preguntado si lo volvería a hacer tiene la respuesta clara: «Estoy seguro de que sí. Siempre debe haber algún loco que tire adelante. Esto me ha producido algún sinsabor, pero la mayoría han sido satisfacciones».

Curiosidades

Su pasión por los animales y el orgullo por el trabajo realizado es algo que se percibe desde el primer momento. «¿Nunca habéis estado aquí? Pasad, pasad», dice Romero Nieto deteniéndose a explicar lo más llamativo de cada sala. Justo en la entrada enseña un gran cuadro pintado sobre la piel de una oreja de elefante africano. «Es curioso cómo parece que dibuja el mapa de África», apunta. La disposición de las salas del Museo –hay más de una veintena– está estudiada al detalle. Los animales se reúnen por temática en espacios en los que se han recreado sus hábitats naturales y en los que el sonido, música de naturaleza mezclada «con la berrea del ciervo, el barritar de un elefante o berridos» característicos de otros ayudan a ponerse en situación. «Tenemos aromas incluso», explica. Muchos de los animales representan escenas de caza o de apareamiento y las pinturas artísticas que los rodean tardaron más de cuatro años en completarse. Hay entre 7.000 y 8.000 óleos y un importante trabajo para lograr que la vegetación que los rodea se perciba como si estos estuvieran en su propio entorno. «Es ante todo arte», repite.

Una espantada ocasionada por lobos y un oso pardo de machos de cabra montés, sujeta toda ella sobre la pata de uno de los animales, ocupa uno de los pasillos. Cerca están los corzos, entre los que destacan algunos ejemplares curiosos como una hembra con cuernos, corzos melánicos (con albinismo) o un corzo «con peluca» por trastorno hormonal por atrofia testicular congénita o adquirida. Hay espacio también para la berrea del ciervo, representada en una trabajada escena e, inmediatamente después, se invita al visitante a adentrarse en ‘Europa, el viejo mundo’. Osos, lobos, un jabalí prácticamente albino, águilas, buitres, un reno o un bisonte europeo componen esta sala.

Le siguen las ‘Bellezas de Asia y China’ entre montañas, palmeras y bambús y donde se puede ver, por ejemplo, un elefante asiático, de menor tamaño que el africano. ‘Australia y Nueva Zelanda’, representadas con el monte Uluru de fondo, muestran especies como los canguros, uno de ellos con cría, o el demonio de Tasmania. Ya en ‘Asia, el lejano Oriente’ se disponen una hembra de búfalo asiático de agua «récord mundial» debido a sus astas, un yak, orangutanes de Borneo y Sumatra, de los que nos distingue menos de un uno por ciento en nuestro ADN o un ciervo ratón. En la jungla asiática se encuentra el tigre, el león asiático, conseguido de un zoo polaco o un llamativo panda rojo. 

La sala dedicada a Siberia traslada al visitante la sensación gélida de su escenario. En ella hay lobos siberianos o un gran carnero de las nieves. El recorrido lleva después al Himalaya, donde se han dispuesto carneros o un leopardo asiático, antes de pasar a la Isla de Kodiak, en Alaska, con un gigantesco oso, o al Gran Cañón de Colorado, con un oso pardo americano o un wapiti, entre otros. La región ártica y el Círculo Polar también están debidamente representadas, así como Alaska y sus ‘Gigantes de hielo y roca’. El viaje continúa por América del Norte y Canadá con carneros, alces o un oso de anteojos y, después, América del Sur se representa como un verdadero paraíso tropical con tucanes y guacamayos, un puma, jaguares, el carpincho o un oso hormiguero. 

‘Grandes animales africanos’

Tampoco podía faltar el desierto africano con orix, un chacal o un zorro feneco, de pequeño tamaño y grandes orejas, la sabana con gacelas, el leopardo o un hipopótamo pigmeo, que sobrevive a duras penas en Liberia y que puede verse en zoos. Ya en la selva destacan los gorilas, el duiker o el bongo, que dan paso a escenas de grupos de leones y leopardos con presa y a una escena entre dos ejemplares a la que han llamado ‘pasión en el Serengueti’. Ya al final del recorrido está la sala de ‘grandes animales africanos’, en la que el techo se colocó después de introducir alguno de ellos, como la jirafa. En ella destaca también un gran elefante africano, un rinoceronte blanco o una curiosa escena con un facochero y un suricato sobre él que gusta mucho a las visitas infantiles por recordar a los personajes de ‘El Rey León’, Timón y Pumba.

Pero el Museo tiene mucho más: una gran sala entomológica con una amplia colección de insectos, otra de anatomía científica con más de cincuenta esqueletos montados hueso a hueso y limpiados de forma que se preserve su ADN y con curiosos ejemplares como una pitón con más de 1.300 piezas óseas o la pequeña musaraña, el mamífero de menor tamaño que tienen en el centro.

Además, la visita se completa con un recorrido guiado con vehículos adecuados por un parque anexo de unas 30 hectáreas en el que se pueden ver animales en semi-libertad. Hay más de cien, entre ciervos, gamos, muflones, jabalíes, corzos, arruis, lobos ibéricos y bisontes europeos. Tres han nacido en el parque: Pelayo, Sancha y Guzmán, del que pueden presumir de haber sido el primero nacido en León tras 10.000 años. Son muchos los tesoros que alberga este Museo y que merecen una visita para conocer de primera mano las curiosidades de la fauna salvaje. Es todo un viaje de naturaleza a lo largo del mundo. 

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