Diez años después, una exestudiante Erasmus de la ULE rememora su experiencia en León

Dimisel Hernández, de la República Dominicana, comparte sus recuerdos y reflexiones sobre la experiencia que vivió como alumna de Erasmus en la Universidad de León.

Dimisel Hernández
22/09/2025
 Actualizado a 23/09/2025
Dimisel Hernández, exestudiante Erasmus de la Universidad de León
Dimisel Hernández, exestudiante Erasmus de la Universidad de León

Estudié en la Universidad de León gracias al programa DREAM ACP – Erasmus Mundus y formé parte del grupo de Erasmus que en el 2015 recorrió la acogedora ciudad de León. Hoy, que se celebran diez años desde que mi autobús se detuvo en León, escribo algunos recuerdos que atesoro de un año que nos hizo cambiar y aprender que, aunque provenimos de diferentes países y culturas, todos buscamos lo mismo: cobijo, encuentro y pertenecer. 

Aún recuerdo las primeras semanas en el Colegio San Isidoro, donde me hospedé para buscar piso antes de iniciar las clases en la Universidad de León. Allí había otros estudiantes que, al igual que yo, tenían dudas, incertidumbre e ilusión al encontrarse en una ciudad completamente desconocida, donde no teníamos ningún pariente ni amigo. 

En el comedor, poco a poco fuimos conociéndonos y, aunque muchos no hablaban español, entre conversaciones en inglés y algunas palabras en castellano, pronto nos convertimos en un grupo inseparable de amigos. 

Viene a mi memoria aquella noche que decidimos encontrarnos en la escalera del Colegio para salir juntos rumbo a la Catedral. Nos perdimos, como era de esperarse, pero cuando finalmente llegamos quedamos atónitos al ver su majestuosidad y belleza. Luego, todos los caminos se dirían al Traga y entre risas pasamos una de las noches más divertidas de nuestra experiencia Erasmus.  

Iniciaron las clases y las calles de León fueron volviéndose cada vez más conocidas. Y pronto pasamos de ver caras desconocidas, a siempre encontrarnos con rostros que nos sonreían, porque en cada calle había un Erasmus.

Los martes del Traga nos reunía como una hermandad. Cada noche era distinta, y aunque al día siguiente había que ir a la Biblioteca o tomar un examen, siempre nos encontrábamos allí, entre risas y abrazos cálidos. 

Si enfermábamos, siempre había un amigo Erasmus en tu puerta, con un té, una pastilla o su simple compañía. Porque tu familia podía estar lejos pero siempre había un amigo Erasmus cerca. 

La Casa Botines y el Museo de León llegan a mi memoria por su belleza y por ser esos puntos donde siempre nos encontrábamos en las noches de diversión. 

El Parque de la Candamia, cuantos picnics hicimos allí. Entre risas y admiración por un parque lleno de vida y color. 

La Basílica de San Isidoro, donde, en 2016, con lágrimas en los ojos, encendimos unas velas por los estudiantes Erasmus que fallecieron en un accidente en la carretera entre Barcelona y Valencia.

Diez años después, sigo convencida de que la experiencia Erasmus no se limita a un intercambio académico, sino que marca profundamente la manera en que vemos el mundo y nos relacionamos con los demás. León me enseñó que los lugares se convierten en parte de nosotros no solo por sus calles o monumentos, sino también por la huella humana que deja en nuestros recuerdos. Y esa experiencia, no se pierde con el tiempo, sino que permanece para siempre en nuestros corazones. 

“¡Todos somos de León!”

 

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