La plaza de los Pueblos, donde se erigen columnas con el nombre de todos los pueblos de Riaño, acogió los juegos tradicionales para los más pequeños. Los preparativos de la comida de hermandad, con los olores procedentes de la paella y la parrillada de carne, dieron al centro de Riaño un aroma de fiesta al que se sumaron varios puestos para la venta de dulces y frutos secos. En torno a las 12:30 horas las campanas daban el aviso para acudir a la misa en la iglesia parroquial, en la plaza Cimadevilla. Pasaban unos minutos de las 13:30 horas cuando la tirada de cohetes anunciaba el inicio de la procesión desde la iglesia hasta la plaza de los Pueblos con los pendones de Horcadas, Carande, La Puerta, Huelde, Salio, Pedrosa, Riaño, Éscaro y Anciles. Recuerdo y homenaje a los pueblos que quedaron anegados por las aguas del embalse.
El baile vermú y la degustación de pastas y vinos dio paso a la comida de hermandad, en la carpa, con paella, carne a la parrilla, pan, café y helado, todo acompañado de vino y agua, al precio de nueve euros por persona. El programa festivo incluía, en horario de tarde, pasacalles con la charanga Élite, y fiesta de noche con el concurso de baile y el concierto a cargo del grupo ‘La última legión’.
Los orígenes
La historia de esta fiesta tiene sus orígenes en 1985, fecha en la quelos vecinos protestaron ante la notificación de desalojo de varias viviendas en Vegacerneja, pueblo cercano a Riaño, para hacer la nueva carretera. La fecha del desalojo era el 17 de mayo, razón por la que la fiesta tomó como símbolo ‘el capilote’, ya que esta es la fecha de su floración. En 1987 volvió a repetirse como protesta ante los planes inminentes de inundar Riaño y otros 8 pueblos de la comarca (Vegacerneja, Burón, La Puerta, Salio, Anciles, Pedrosa del Rey, Éscaro y Huelde) con la construcción de un pantano, que finalmente se llevó a cabo en 1987. En el año 2006 los mozos de Riaño se propusieron recuperar el Día del Capilote como una manera de recordar y de homenajear a toda la gente a la que en el verano de 1987 les arrancaron no sólo sus casas y tierras sino una gran parte de sus vidas. Esta fiesta también tiene un carácter reivindicativo ante el abandono y olvido al que la comarca de Riaño se ha visto abocada desde entonces.