David Vidal, peregrino de la vida: "¿Qué es el dinero? Si lo hace una máquina"

El peregrino David Vidal pasa unos días en el albergue que él mismo levantó en San Justo de la Vega, 'La casa de los dioses'

21/04/2024
 Actualizado a 22/04/2024
https://youtu.be/OBaIstBiuJU

Cuando te encuentras con David Vidal, El peregrino de la vida, después de un abrazo muy sincero dispara un torrente de historias de una vida ahora nómada por los caminos y antes, durante 15 años, asentado (en la medida de lo posible) en el singular albergue que levantó con sus manos, y alguna ayuda, cerca de San Justo de la Vega, en una majada abandonada y que llamó ‘La casa de los dioses’, ahora regentada por su amigo Kevin con el nombre de ‘El jardín del alma’. Allí ha regresado esta semana David, de camino...    
- ¿Hacia dónde caminas?
- A Compostela y después a Finisterre, para esparcir las cenizas  de un amigo del alma y de la vida, Javier, tal y como él me pidió.


Y te muestra la pequeña y artesanal caja con sus cenizas, que es la misma en la que viajaron las cenizas del padre de Javier, mientras recuerda el cruel y fulminante cáncer. Y antes de que le preguntes lo que a tanta gente parece intrigarle, lo más llamativo de su eterna errancia, se lo pregunta él mismo y lo responde.
- ¿El dinero? ¿Qué es el dinero? El dinero lo hace una máquina, no puede ser nada interesante. 


David le llamó al singular albergue, sin agua ni luz, ‘La casa de los dioses’, algo que parece misterioso pero que te aclara en mitad de su torrente de historias. "Es que yo a Dios siempre le llamo Manolo".
- ¿Eres creyente?
- A ver, creyente. Yo me tumbaba ahí, en mitad de este campo, donde dormí noches y noches, y empiezas a ver estrellas, la luna, el camino, la gente que pasa, un avión... y piensas, ¿quién coño organiza todo esto para que no se desmonte todo el chiringuito? Alguien tiene que haber, por eso yo le llamo Manolo.

| MAURICIO PEÑA
| MAURICIO PEÑA


Lo cuenta sentado en una hamaca, mirando a uno de los múltiples techos de las pequeñas estancias, en una de cuyas vigas se puede leer "las estrellas piensan que nos fugaces somos nosotros".

 
David está ahora haciendo el Camino de Santiago, siempre en chanclas, que es como camina aunque muchas veces va descalzo. "Recuerdo una vez que caminaba descalzo, por el Valle del Silencio, desde Foncebadón, y me vi en medio de un barrizal terrible, y seguí, después estaban asfaltando la carretera, con el asfalto caliente, y seguí descalzo. Si voy descalzo, voy descalzo". 
- David, por tocarte las narices aunque ya te lo respondiste tú, que lo hace una máquina.
- ¿El dinero?
- Ya que no te puedo decir lo de la máquina te cuento dos anécdotas. Este lunes llevaba 1,40 euros, era todo lo que tenía, pues me metí un cachopo tremendo en el Bodegón Asturleonés, y unos días antes, que también iba con 1,40 euros en el bolso, no sabía si me llegaría para un café pero entré y estaba allí un chaval que es el hijo del hombre del tractor que nos ayudó a subir esta cabeza de una escultura de mi amigo Sendo, que ahí ves encima de esta pared ¿Casualidad? Insisto, el dinero lo hace una máquina.

"Monté 'La casa de los dioses' como yo entendía la vida entonces, sin luz, sin agua, en espacios abiertos, sin cobrar por comer o dormir, dejando la voluntad o nada"


Hablamos del Camino de Santiago y el dinero, los dos tienen mucho que ver en su biografía pues David fue un empresario que dirían de éxito, después quebró la empresa, "de muchísima pasta", cayó a todos los infiernos posibles incluida la droga, el alcohol y en el Camino de Santiago, en Calahorra, ocurre algo que parece insignificante pero no lo es, al menos para él. "Me quedaba dinero para un café, para un te, y una persona  que andaba por allí me dio de comer ¿El motivo? Que yo tenía hambre".


Aquel gesto, en el Camino, le llevó a los caminos, recorrió España y llegó a San Justo de la Vega. Allí creó 'La casa de los dioses', tiró las tapias, no quería barreras sino seres libres, sin luz ni agua... "iba todos los días a recogerla, andando, todo el mundo me decía que comprara un carro para acarrearla y les preguntaba, ¿creéis que no sé que puedo traerla en carro?, incluso lo puedo comprar y no quiero ¿lo entendéis?".


En este singular albergue, con una forma de vida diferente no se cobra, en una mesa hay fruta y comida para quién quiera comer, en un tarro hay dinero que deja quien quiere y puede. Estando allí se produce una conversación en la que se entiende aquello de que el dinero lo hace una máquina. Alguien comenta que han cogido dinero del bote común...

- No pasa nada, lo necesitaría, lo gastará en otro lugar del Camino. Cada uno  lo que necesite.  En Calahorra aprendí que todo aquello que generes lo tienes que regalar. 

Después de casi quince años en 'La casa de los dioses' sintió que era el momento de emprender un nuevo viaje. Dio por segunda vez la vuelta a España, andando claro, caminó a Italia, fue el primer peregrino del año en entrar en la Plaza de Vaticano... "Entré allí el día 1 de enero, no lo había calculado pero ocurren así las cosas", como le han ocurrido cientos de anécdotas, especialmente con gente que había pasado por 'La casa de los dioses'. "Me he vuelto a encontrar con gente de todo; directores de una gran escuela de moda, policías... lo que te puedas imaginar. Más las complicidades que he ido tejiendo en el albergue". "Gente como Sendo, un gran artista y un gran paisano; fue emocionante traer esta cabeza de una escultura suya que habían vandalizado. Ahí está, como testimonio de amistad".

 "A Dios le llamo Manolo, para hacerlo más cercano"

 
Un día sintió la necesidad de volver al camino y al Camino. Dejó el albergue en manos de Kevin, que va poniendo su sello, ahora se llama 'El jardín del alma', en algunos espacios va creciendo césped...
- ¿Cómo has encontrado el lugar?
- Perfecto. Se lo dicho a Kevin, mantiene su esencia, lo fundamental, el espíritu del Camino y nuestro espíritu, la misma gente. Me quedaré unos días y sigo, a llevar las cenizas de Javier a Finisterre.
- ¿Y después?
- A caminar. Porque yo lo que siento son impulsos, necesito andar. Hay días que hasta la extenuación, he llegado a recorrer  setenta kilómetros, sentía que lo necesitaba.
- ¿Cuántas kilómetros llevarás en las sandalias y los pies?
- Dos vueltas a España, Italia, Finisterre... ¿40.000,  50.000? No lo sé.
- ¿Y el dinero?
- Nada. Lo hace una máquina.

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