Hace un año, el Ayuntamiento completó la reurbanización de la calle Ramiro Valbuena. En un principio, la obra nació con el propósito de calmar el tráfico, pero con el tiempo derivó en una peatonalización que, doce meses después, sigue causando gran malestar entre los comerciantes de la zona.
Cuando la obra todavía era un proyecto, la idea inicial era la de calmar el tráfico en la calle con la reducción a 10 kilómetros por hora de la velocidad de circulación. Esta medida, en un principio aceptada por vecinos y comerciantes, comenzó a pasar a un segundo plano en favor de una hipotética peatonalización. Para conocer el sentir de los vecinos, el Ayuntamiento realizó una consulta que, supuestamente, iba a marcar el rumbo de la remodelación. El resultado no dejó margen a la duda. Un 67,7 % de los votantes apoyaron poner fin al tráfico regular en Ramiro Valbuena. Tiempo después de la reapertura, la sensación general dista mucho del apoyo masivo que recibió el referéndum. “Descontento”, “hartazgo” y “malestar” son algunos de los calificativos usados por la gente a la hora de explicar su visión acerca de la polémica remodelación. Sin ir más lejos, los negocios de la zona tienen una posición muy clara en torno a la remodelación: "no tiene ningún tipo de sentido".
Antes de la decisión final, el Ayuntamiento consultó a los vecinos acerca de su postura en torno a la peatonalización, una votación a la que no tuvieron acceso los comercios de la zona. Pese a ser una parte interesada, el referéndum salió adelante sin conocer la opinión de los empresarios ubicados en la calle. Meses después, sus miedos y preocupaciones acerca del impacto negativo que iba a tener en su facturación la peatonalización se han acabado por confirmar como ciertos. “El comercio está en contra de la peatonalización”, explicaba la dueña de uno de los pocos locales que sobreviven en la zona.
“El descontento es enorme”, comentaba otro vendedor que muestra “serias dudas” acerca de la legitimidad de una votación que, “para nada”, refleja el sentir de los empresarios de la avenida. De hecho, en una carta recibida a este periódico hace un año, un lector comenta como tan solo nueve vecinos habían contestado a la encuesta. Por el contrario, como según explica J.J.M.R, la opinión de más de 200 interesados con viviendas y comercios en la calle fue pasada por alto.
“Muchos clientes no se acercan porque no pueden estacionar”, lamentaba una empresaria de Ramiro Valbuena a la hora de hablar de la cuantiosa pérdida de clientes que ha supuesto la eliminación del tráfico de la zona. Cabe recordar que los únicos vehículos que pueden transitar por la calle son los residentes (con limitaciones horarias) y los vehículos de emergencia, carga y descarga. Más allá de ellos, ningún leonés puede entrar con su automóvil en la calle. Todo aquel que se atreva puede pagar muy cara su valentía. Las multas, supervisadas por las cámaras de vigilancia, son automáticas. Imágenes de conductores intentando evitar la sanción con maniobras peligrosas a la entrada de la calle se han vuelto habituales. La confusa señalización, como así explican, hace complicado ver con antelación la prohibición.
Otra de las quejas más repetidas es la falta de aparcamientos. La peatonalización ha borrado por completo del mapa decenas de plazas. Como consecuencia, los clientes optan por ir a grandes superficies comerciales con aparcamiento asegurado en vez de deambular durante horas por los alrededores de Ramiro Valbuena en busca de espacio para su coche. “Están hundiendo al pequeño comercio”, lamentaba una vendedora afincada en la calle.
Después de un año de la entrada en vigor de la peatonalización, el tránsito y movimiento de viandantes por la Ramiro Valbuena está lejos de acercarse al registrado en calles como Ordoño o la Calle Ancha, en donde sí tiene más “sentido” la medida. Los comerciantes explican cómo “es una calle muerta” en determinados momentos del año, especialmente durante los meses de invierno. “Solo pasan los cuatro vecinos de la zona y ya”. Esta falta de movimiento guarda cierta relación con otra de las quejas de los comercios. Desde el año pasado, se vienen registrando actos vandálicos en la calle, un crecimiento que muchos asocian a la peatonalización y al “desierto” en el que se ha convertido la avenida con la llegada del invierno.
Otro de los puntos de fricción en torno a la remodelación fueron los continuos retrasos en la instalación de las baldosas. Hasta un año se demoró el final de la obra. En un principio, las obras no se iban a extender más allá de unos meses. Un comerciante de la zona detalla como el retraso continuado afectó de manera negativa a su facturación. Por si fuera poco, explica esta vendedora, el resultado de la remodelación no fue el esperado, ni a nivel práctico ni en el plano estético. De hecho, una inmensa mayoría de los transeúntes se quejan del descuidado aspecto que tiene el pavimento. Solo unos meses después de la remodelación, el color de muchas de las baldosas ha adquirido un tinte negro como consecuencia de la grasa que expulsan los pocos vehículos que transitan hoy en día por Ramiro Valbuena. “Está abandonada a efectos de limpieza”, zanja una comerciante.
Incluso algunos vecinos que en un principio habían votado a favor de la peatonalización, empiezan a tener serias dudas acerca de si fue una decisión acertada. Varios comerciantes han trasladado las quejas de algunos inquilinos que ven como allegados cercanos no pueden hacer uso de sus aparcamientos por la fuerte limitación horaria existente, que limita a un solo vehículo la excedencia para circular por Ramiro Valbuena.