«Se acabó. Os queremos mucho». Es el mensaje que –seguido de cuatro emoticonos de besos– utilizaron el pasado lunes Carlos y Mari para despedirse de sus allegados antes de arrojarse al vacío por la ventana de una de las habitaciones de la sexta planta del hotel Riosol.
La principal línea de investigación tras la muerte de este popular matrimonio de hosteleros de Avilés se centra en el suicidio, puesto que dejaron además una nota manuscrita y firmada por ambos en la que se referían a su intención de saltar al vacío alegando que tenían importantes problemas económicos.
Y también apunta a un suicidio el caso del joven Alejandro, propietario de la peluquería Fabrik de Ponferrada y cuyo cadáver apareció este lunes sin signos aparentes de violencia en las inmediaciones del embalse de Bárcena y tras una semana en paradero desconocido.
Serían los últimos casos de un drama social que afortunadamente ha dejado de ser tabú en los medios de comunicación gracias también a la importancia que a raíz de la pandemia y el confinamiento ha ido adquiriendo la salud mental.
Un drama social en el que cada caso es un mundo y tiene su propia cara, aunque todos ellos queden ocultos con rapidez tras la frialdad de los números, que ponen el foco sobre el casi medio centenar de personas que se quitan cada año la vida en la provincia de León.
Es la media que deja el análisis sobre las causas de muerte que periódicamente realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE) y que desde el año 1980 refleja un total de 2.059 suicidios. La mayoría corresponden a hombres, con 1.473 casos frente a los 586 de las mujeres.
Pero el drama se extiende más allá de las personas que se suicidan y de sus familias, rotas quizá para siempre, puesto que hay otras muchas que lo intentan a pesar de que finalmente no lo consigan o se arrepientan en el último momento.
El servicio de emergencias 1-1-2 ha recibido durante los primeros siete meses del presente año un total de 351 llamadas por intentos de suicidio, cifra que representa un ligero descenso con respecto a las 378 del pasado año. En todo caso, se trata únicamente del número de llamadas relacionadas con conductas autolíticas, puesto que la estadística no diferencia entre las personas que finalmente se han quitado la vida o las que han requerido ingreso hospitalario después de haberlo intentado, según indican desde el propio servicio de emergencias 1-1-2.
Pese a este exiguo descenso, no podemos olvidar que el número de intentos de suicidio se ha venido incrementando de manera notable en los últimos años. En este sentido, cabe recordar que durante 2023 se registraron 647 llamadas. Esto supuso un fuerte repunte (+7,3%) en comparación con los 603 que se habían contabilizado en 2022 y consolidó la tendencia al alza de los últimos ejercicios. Concretamente, en 2018 fueron un total de 414 las emergencias derivadas de conductas autolíticas, cifra que pasó a 419 en 2019, a 464 en 2020 y a 540 en 2021.
Y tampoco podemos olvidar que estamos abordando una causa de muerte que durante mucho tiempo ha permanecido oculta ante la creencia de que darle publicidad podría tener un efecto llamada y elevar el número de casos. Sin embargo, este tipo de argumentos parecen haber quedado atrás al quedar claro tras el confinamiento que la mejor manera de afrontar los problemas de salud mental pasa por darles visibilidad para que la gente sea consciente de su existencia y se puedan tomar medidas para prevenir las conductas suicidas.
Teléfono de la Esperanza y 024
El principal recurso para personas con tendencia autolesiva es el Teléfono de la Esperanza, el 987 876 006. Funciona 24 horas al día de forma urgente, gratuita, anónima y especializada. Además, se ha puesto en marcha el Chat de la Esperanza, una aplicación móvil que proporciona atención psicológica online dirigida principalmente a adolescentes y jóvenes.
Además, el Ministerio de Sanidad promueve la Línea 024 de atención a la conducta suicida. Se trata de una línea telefónica de ayuda a las personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida, y a sus familiares y allegados, básicamente a través de la contención emocional por medio de la escucha activa por los profesionales del 024. Esta línea no pretende en ningún caso reemplazar ni ser alternativa a la consulta presencial con un profesional sanitario cuando sea necesaria. En este sentido, los psicólogos han denunciado en numerosas ocasiones la falta de especialistas que padece la sanidad pública a la hora de abordar la creciente demanda en cuestiones vinculadas con la salud mental.