Caín, enclavado en pleno corazón del Parque Nacional de Picos de Europa, vivió durante varios días lo más parecido a un infierno. Un incendio que comenzó el 12 de agosto en terrenos de Asturias dejó al descubierto la descoordinación, la ineficacia y, sobre todo, el abandono institucional hacia quienes habitan este rincón privilegiado. El fuego pudo ser controlado, pero las heridas dejadas son profundas en la tierra y en los vecinos.
Marino Pérez Cuevas, alcalde pedáneo de Caín, lo resume en una sola frase: "Si no es por los vecinos, esto arde entero". Porque así fue. Mientras la Junta de Castilla y León y Parques Nacionales se entretenían en reuniones y comunicados, fueron los propios habitantes quienes defendieron el pueblo de las llamas. Con medios muy precarios y la ayuda de voluntarios y trabajadores del Parque, improvisaron cortafuegos, hicieron desbroces y plantaron cara a un fuego que llegó muy cerca del pueblo.
El primer mazazo llegó el mismo día del incendio: el cierre de la Ruta del Cares. Una decisión que Parques Nacionales tomó sin comunicar nada a la Junta Vecinal de Caín, dueña de parte de los terrenos por donde discurre la senda, ni al Ayuntamiento de Posada, ni siquiera al Real Concejo. Nadie sabía nada. Marino se enteró por un turista. "Ni una llamada, ni un aviso oficial, nada. Como si no existiéramos", lamenta.
La alarma extrema decretada por la Junta de Castilla y León hasta el pasado 29 de agosto provocó cancelaciones turísticas masivas en todo el Valle de Valdeón. Agosto, justo el mes que da oxígeno económico al valle, y que a punto estuvo de convertirse en cenizas por la mala gestión de las administraciones.
Los vecinos de Caín estuvieron varios días luchando contra el fuego con sus propias manos. Desde el primer momento, Marino llamó al CECOPI en León. La respuesta fue el silencio. Solo un día enviaron un helicóptero, y no precisamente por iniciativa de la Junta de Castilla y León, sino por el gestor del Parque Nacional, con sede en Cangas de Onís, Rodrigo Suárez Robledano, que intentó contener las llamas en la zona de Camarmeña, punto inicial del fuego.
Finalmente, las llamas alcanzaron la Canal de Trea, un paraje de belleza única, a solo unos cientos de metros del pueblo de Caín. Después, nada. Ni un medio más, ni una brigada. “Los días siguientes ya no volvió nadie”, denuncia Marino.
Sí llegó contundente la orden para evacuar el pueblo. Eduardo Diego Pinedo, Delegado Territorial de León, quiso desalojar a los vecinos. Pero se negaron. Sabían que, si se iban, Caín podría quedar reducido a cenizas. Así que, armados con lo que tenían, tres desbrozadoras, rastrillos, picos, palas y, sobre todo, mucho coraje, hicieron lo que las administraciones tenían que haber hecho y no hicieron. Con ayuda del Ayuntamiento de Posada y voluntarios, algunos bomberos profesionales, lograron crear un anillo de seguridad improvisado.
La ironía más cruel es que la Junta Vecinal de Caín llevaba tres años peleando por una subvención de 580.000 euros para, entre otros proyectos, construir ese anillo de seguridad que los vecinos tuvieron que improvisar a marchas forzadas porque tenían el fuego encima. La subvención llegó, pero los trabajos no se pudieron llevar a cabo porque, en verano, la normativa del Parque Nacional prohíbe hacer obras. Otra muestra del absurdo burocrático que pone en riesgo la vida de los pueblos.

Marino Pérez no oculta su indignación. Y tiene motivos. "Ni siquiera nos avisaron de que había fuego, ni de que se había cerrado la Ruta del Cares, siendo nosotros los propietarios de los terrenos", repite una y otra vez. La Junta de Castilla y León, garante de la seguridad y la gestión del territorio, no envió los medios necesarios. Parques Nacionales, que presume de conservar la joya natural de Picos de Europa, envió un solo medio y se limitó a cerrar la ruta del Cares sin dar conocimiento a sus legítimos propietarios.
Si este bello lugar del Valle de Valdeón sigue intacto es, única y exclusivamente, porque sus vecinos no obedecieron la orden de evacuación emitida por la Junta de Castilla y León y defendieron el pueblo con uñas y dientes, como hicieron el resto de pueblos del Valle, según relato de Juan Carlos Sadia, presidente del Real Concejo de Valdeón. Lo que ocurrió en el Valle de Valdeón durante la última oleada de incendios que arrasó la comarca, no es un accidente aislado, ni una casualidad. Es el reflejo de un sistema que margina a los pueblos, que los convierte en decorado turístico, y les niega protección y ayuda cuando más la necesitan.
La Ruta del Cares se abrió parcialmente el pasado 29 de agosto y nos puede hacer completa por el peligro de desprendimientos en la zona de Los Collados. Pero el Valle de Valdeón ya sufrió el cien por cien de cancelaciones hoteleras en plena temporada alta, cancelaciones que ya abarcan parte del mes de septiembre. Y lo más triste: los que deberían dar la cara y enfrentarse al problema siguen enfrascados sacudiéndose responsabilidades, culpándose unos a otros y perdiéndose en largas discusiones estériles.
Marino Pérez Cuevas, presidente de la Junta Vecinal de Caín, lo dice muy claro: “Aquí, los dueños de los terrenos y los que vivimos en el Parque somos nosotros, y, visto lo visto, no contamos para nada”.
Mientras cerramos este escrito se ha declarado un nuevo incendio en Barajones, en el término municipal de Acebedo, que llegó a quemar algo de matorral y monte bajo. La rápida intervención de los Agentes Medioambientales y medios de extinción adecuados, con un helicóptero con helicuba, que tomaba agua de la piscina fluvial cada cuatro minutos, una motobomba y varias brigadas anti incendios, además de la colaboración inmediata de algunos vecinos del pueblo, hicieron que el incendio — que parece que fue provocado— quedara completamente extinguido en menos de dos horas. Una brillante actuación, esta vez sí, por parte de la Administración.
No ocurrió lo mismo en Caín ni en el Valle de Valdeón.
Enrique Martínez es vecino de la comarca y miembro del equipo editor de Revista Comarcal Montaña de Riaño.