"¡Arre burro con ruedas!"

Guillermo Rubio Sánchez (El Tigre de Villahibiera), fallecido en 2016, es uno de esos personajes que tardarán mucho en olvidarse por su personalidad, su oficio de canalonero y su coche mixto de Dos Caballos y burro

14/01/2024
 Actualizado a 14/01/2024
‘El Tigre de Villahibiera’, con uno de los burros que tuvo como motor. | L.N.C.
‘El Tigre de Villahibiera’, con uno de los burros que tuvo como motor. | L.N.C.

Una galería de inolvidables (y seguramente irrepetibles) sería inconcebible en León sin la presencia de El Tigre de Villahibiera; de razón social, como dicen los papeles, Guillermo Rubio Sánchez. De lugar de nacimiento, según él mismo, «a saber». De área de influencia, toda la Ribera del Esla y aledaños, sin límite.

¿Y conocido y recordado? Por todos los que alguna vez se hayan cruzado con él o hayan mantenido la más breve conversación ¿Se puede olvidar a un personaje que te cruces por la carretera sentado en una silla en la parte delantera (donde debía ir el motor) de un Diane 6, que va tirado por un burro (tracción asnal, decía) y al que, para arrancar, voceaba «¡arre burro con ruedas!».

En el caso de Guillermo a la condición de inolvidable e irrepetible habría que añadir inclasificable, aunque él sí tenía una definición  para la pregunta  sobre qué era: «Artesano canalonero».

No hace mucho. Lejos de su tierra, en Valencia de Don Juan estaban hablando en un bar un veterano cliente y un joven camarero.

- ¿Qué habrá sido de un paisano que encontré cerca de Cistierna con un coche tirado por un burro?
- No te pongo más vino Germán, que veo que te está haciendo  daño. 

Cuando tercio en la conversación y digo que el paisano existe (existió), el tal Germán me acribilló a preguntas. 

- Nunca me olvidaré de aquel paisano. Recuerdo que le pregunté si lo había hecho él y me dijo, «¡no, lo hizo tu cuñada la de Puente Almuhey!».

Y es que El Tigre era así. De frases rotundas. De historias increíbles. De verdades inciertas. De origen desconocido ,pues no era de Villahibiera,como pudiera parecer por su apodo compuesto.

- ¿Cómo apareciste por aquí Tigre?
- Porque estuvieron mirando a ver qué faltaba, no había listos, sobraban tontos y me trajeron a mí; le dijo un día a Antonio Verduras, el presidente de la Federación de Lucha, cuando éste  le invitó a un vino para calmarle después de que irrumpiera en un corro de lucha sin pedir permiso a nadie y el árbitro le sacó tarjeta roja. Él se negaba a  abandonar y un joven guardia le conminó a hacerlo. «No sea violento señor», le dijo con educación; y El Tigre dejó otra de esas frases suyas: «¿Violento yo?, si fuera violento ya te había matado de un calderazo». 

Quien sí ofrecía una versión coherente sobre el origen de la familia era su hermano Rafael, El Hojalatero, que se asentó por la montaña de Riaño al casarse en Lario. También era un personaje singular, otro gran contador de historias; siendo la más legendaria una que narraba a los ensimismados chavales sobre «cómo se cazaba a un oso con la rueda delantera de una bicicleta».

- Es muy fácil. Ves al oso, quitas la rueda delantera, que se saca mejor, y cuando el oso se levanta de patas le dejas que avance y le pones la rueda para que meta las garras entre los radios y entonces empiezas a dar vueltas a gran velocidad... se hace un nudo con las patas, lo tumbas y lo tienes a tu disposición». Y se iba. Rafa contaba a sus amigos, como Carlos el carpintero, que descendían de Palencia y su padre había venido en la guerra a Riaño con un batallón «como churrero».

- ¿Sería como cocinero?
- No, él solo venía para los churros.
Y así fue como se asentó la familia en aquella comarca. Por cierto, en la zona de Riaño El Tigre de Villahibiera era conocido como El Junquillo, lo que viene a hurgar aún más en la ‘herida’ de los pocos datos ciertos sobre este Guillermo Rubio, ‘el artesano’ como a él le gustaba decir, pues es cierto, dicen quienes  fueron sus clientes, que era bueno en el arte del canalón pero también arreglaba cualquier viejo cacharro «con problemas».

- ¿Y barato?
- Ese tema lo lleva Geles; decía Guillermo en referencia a su mujer, que iba en el interior del singular burro con ruedas, que ejercía de coche. «Ella cobra y cuando necesito dinero se lo pido».
- ¿Para comprar estaño?
- Mejor para vino  y jugar a las cartas.

Y es que el mayor vicio de El Tigre era jugar las cartas, y si era ‘con perras’ mejor.  «A las siete y media perdí bastante, pero también me divertí».

- Dicen que te gustaba el vino.
- Dicen bien. Pero el vino no se puede considerar vicio, en ese caso es sed. Que la gente habla de lo que bebes, pero no de la sed que tienes.

Y como tenía una explicación estrambótica para casi todo, también en el vino encontró la razón de unos ataques de gota que le dio mucha guerra en su etapa final, cuando ya no estaba para andar en burro y se compró un quad. «Son las cosas de la edad. Cuando era joven el vino se me subía a la cabeza. Y ahora de viejo se me baja a los pies, concreramente al dedo gordo».

- ¿Estás seguro?
- ¿Lo estás tú de que no?
- Ahí me mataste.

 

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