Adiós a Asun, ‘la supermadre’ de Corcos

Fallece a los 91 años la incansable matriarca de la saga Cerezal de Corcos, madre de 17 hijos, de los que vivían catorce

01/08/2023
 Actualizado a 01/08/2023
Asunción Fernández, madre de 17 hijos y fallecida este lunes, en la cocina de su casa de Corcos. | MAURICIO PEÑA
Asunción Fernández, madre de 17 hijos y fallecida este lunes, en la cocina de su casa de Corcos. | MAURICIO PEÑA

"Increíble que con lo que tenía que hacer en casa, 17 hijos y una ganadería que atender, siempre tuviera tiempo para todos; la puerta abierta, un dulce hecho, la cocina prendida con algo en el pote para compartir y una expresión permanente en la boca: pase, pase, no se quede ahí". Era Asunción ‘la madre de los de Corcos’ que este lunes se apagó a los 91 años, y nunca mejor dicha la expresión pues cuando fue a despertarla uno de sus hijos se le estaba rompiendo el último hilo de vida, a los 91 años de vida plena desde que naciera en 1932 en Modino, pero con 18 años se casó con Daniel Cerezal y ya se instalaron en el que fue su pueblo hasta el último día de este conocido matrimonio. 

Siempre te mandaba pasar sin preguntar quién te enviaba pues, decía, "a todos ellos (el marido y los hijos) nunca les aprovece invitar a casa, pero la comida la hago yo". La comida, y atender el ganado, y arar las tierras y cebar a las vacas... porque Daniel marchaba temprano a las obras, de albañil, "éramos muchos y había que sacar perras de todas partes, que nos casamos jóvenes, con 18 años, y antes de un año ya nació Julio, el mayor". 

"Buena y trabajadora. O trabajadora y buena", era la frase que repetían  todos los que la conocían en el amanecer del lunes en aquel valle de Corcos, Almanza, Cistierna... toda la comarca, una noticia que en todos producía tristeza, porque nadie podía tener un mal recuerdo de una mujer buena, Asunción la de Corcos. Asun, y de apellidos, además del suyo de Fernández, la de los 17 hijos, la madre de los luchadores, la de Danielón el albañil, la supermadre de Corcos…

"De los 17 hijos dos se murieron siendo muy niños y hace pocos años había perdido a una hija, Pacita" 

"Tengo hijos por toda la provincia, en Mondreganes, en Quintana, en Valdealiso, en Cebanico...", decía ella, pero siempre se le hacía un nudo para decir Almanza, porque allí vivió Pacita, fallecida hace pocos años, y le dolía como le duele a las madres enterrar a una hija. "Eso es lo más duro", musitaba, recordando que también otros dos habían fallecido muy pequeños. "Esas cosas pasaban entonces, la vida era así, pero Pacita...". 

Pero más allá de hijos, yernos, nietos y cercanos, despertaba Asun esa sensación de matriarca de tanta gente, pues eran muchos los que habían encontrado abierta la puerta de su casa, levantada la tapa de la cazuela para sacar lo que hubiera y alguna pasta en la alacena, caseras siempre. Y calor de leña en la cocina.

Y conversación. Ella se sentaba cerca del horno de la cocina siempre prendida, miraba a los montes por la ventana, al calendario que le había hecho su nieto con una foto suya de un viejo reportaje de La Nueva Crónica y arrancaba recuerdos. "Luchamos mucho, pero ahí están criados, de Julio a Santi, muy seguidos, los hay que se llevan un año y dos días...".

Asun atendía la casa y también la ganadería, araba, ordeñaba, segaba... pues su marido iba "a las obras"

Recordaba los trabajos, las fechas, las dos casas en las que tuvieron que vivir y que hizo Daniel y los hijos mayores pues no quisieron aquello que llamaban las casas de Franco a la maternidad... y la puerta siempre abierta. Allí regresó Daniel hijo, azotado por la mala suerte de una cruel enfermedad, le amputaron las dos piernas, un trasplante de riñón, algún infarto... Y Asun cuida de él. "Y él de mí, que no veas cómo se maneja con la silla".

Ya tenía unos años, 91, y podía ocurrir este desenlace, aunque no se esperaba, pero es inevitable creer que mujeres tan extraordinarias  siempre van a estar ahí, con la puerta abierta. A buen seguro que lo que no se borra es su recuerdo entrañable, de mujer buena, porque, como decía su nieto Rubén, "la abuela es mucho". Era un día que el chaval había subido desde León para picarle leña para la cocina y os aseguro que ver cómo la miraba es el más bello adiós jamás escrito. 

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