A todo gas, sin fuelle

Pedro Ludena comenta 'Fast & Furious 10' de Louis Leterrier

Pedro Ludena
26/05/2023
 Actualizado a 26/05/2023
Las secuencias de acción con coches constituyen la seña de identidad de la franquicia.
Las secuencias de acción con coches constituyen la seña de identidad de la franquicia.
‘Fast & Furious 10’
Director: Louis Leterrier.
Intérpretes: Vin Diesel, Jason Momoa, Michelle Rodríguez, John Cena.
Género: Acción / Aventura.
Duración: 141 minutos.

Ver una película no siempre es fácil, desde el título hasta los créditos cada espectador recorre su propio camino. Lo que para unos es un paseo por el parque para otros puede ser una maratón. La audiencia debe enfrentarse a la ilustración de una idea, y, como toda idea, cada uno tiene la suya. El resultado de la pugna entre el criterio personal y el defendido por la cinta determina si esta consigue conquistarte o disgustarte. Por un lado, tenemos trabajos con una defensa férrea, el llamado cine de autor, donde lo predominante es la concepción del cineasta, quien presenta una narración por y para él, a cuya personalidad debe adaptarse el público si quiere disfrutarla. Mientras que en el otro extremo encontraríamos al cine comercial, moldeado por los gustos populares, ante los que se doblega sin oponer resistencia, y en el que la impronta del director acostumbra a difuminarse entre los entrometidas narices de los grandes estudios del gremio. Y la epítome de este, ya sin el mínimo rastro de humanidad , es ‘Fast and Furious’ (‘Rápidos y Furiosos’), cuyas últimas entregas podrían ser dirigidas por una inteligencia artificial y ni nos percataríamos.

Como tantos otros ídolos de masas, los orígenes de ‘Rápidos y furiosos’ son humildes. En 2001 llegaba una nueva película a la cartelera, ‘A todo gas’ se llamó en España, que contaba una historia sencilla y efectiva, la de un policía infiltrado en una banda callejera que participaba en carreras ilegales de noche y robaba camiones por el día. Una combinación de cine de acción y policíaco con una rentabilidad contrastada por cintas como ‘Le llaman Bodhi’ (‘Point Break’) diez años atrás. Además, contaba con el atractivo añadido de lucir algunos de los deportivos más icónicos de principios de siglo, una época dominada por el ‘tuning’ y las escuderías niponas, llenando las salas de adictos al motor, que por primera vez podían ver una aventura donde se diera rienda suelta a las máquinas que adornaban las paredes de sus cuartos. Pero lo que comenzó como una trama sin grandes aspiraciones, protagonizada por actores hasta entonces desconocidos, y con un presupuesto ajustado, con el paso del tiempo ha acabado por convertirse en una de las sagas más taquilleras de todos los tiempos. Agigantándose hasta el punto de que las simples carreras de coches se le han quedado tan pequeñas como las camisas a su protagonista principal, Dominic Toretto, quien ha pasado de ser un pandillero carismático a prácticamente un superhéroe motorizado, personificando así el dislate al que ha llegado ‘Fast and Furious’.

Tras diez películas, y habiendo olvidado las leyes de la física desde la sexta, el límite de las posibles acrobacias que se pueden realizar al volante se ha visto más que sobrepasado, llegando incluso a viajar al espacio a bordo de un coche-cohete en la anterior entrega. Parece que detrás de cámaras se percataron de que la exageración estaba comenzando a ser autoparódica y dieron marcha atrás, como toda buena franquicia sin ideas, hacia la nostalgia. Resulta evidente como esta décima parte bebe de las anteriores, concretamente de ‘Fast 5’ (2011), cuya trama retoma, al igual que varias de sus localizaciones y escenas, casi como una secuela directa de esta. Se siente más como un ‘Fast and Furious 6’ que la propia sexta película. Sin ir más lejos, lo último que un servidor había visto de la epopeya automovilística fue la quinta parte y no tenía la sensación de haberme saltado cuatro intermedias, un vago ejemplo de lo intrascendental de cada nueva adición. Sin embargo, el mejor añadido de esta última cinta también se desprende de la quinta, y es nada más y nada menos que el villano, Dante Reyes, el hijo del antagonista de aquella. A este le da vida un histriónico Jason Momoa, el cual debe de haberlo pasado en grande interpretando a tan estrambótico sociópata, a medio camino entre Jack Sparrow y el Joker, y quien parece ser el único consciente de que sale en una historia con la percepción de la realidad alterada de los ‘Looney Tunes’, donde las explosiones marca ‘Acme’ solo te dejan una mancha de pólvora en la cara y tan fresco, una fantasía en la que se recrea como nadie.

A pesar de ser un collage de testosterona y frases estúpidas, que provoca más risas que asombro, medir a ‘Fast and Furious’ por el mismo rasero que otros largometrajes de acción no sería justo, porque los primeros en saber lo ridículo y megalómano de la saga deben de ser sus responsables. Son perfectamente conscientes de que sus productos son irredimibles en lo que a su guion o actuaciones se refiere, apostando por el entretenimiento puro y duro, vacío de toda lógica pero que llena sus bolsillos con el dinero de millones de conformistas. No habría por que buscarle tres pies al gato, podría escribir que es entretenida e irreverente, pero la reseña se me quedaría corta si dijera tan poco como la propia película. No, ‘Fast and Furious X’ merece que le den cera y se le podría dar más que al coche del señor Miyagi. Porque hay otros muchos filmes puramente comerciales, cuyo fin último no es más que el éxito en taquilla, pero al menos se puede vislumbrar cierto cuidado en algunos de sus aspectos, ya sea una acción depurada y bien filmada, unos personajes interesantes, o al menos graciosos, una historia congruente,...etc., pero ‘A todo gas’ carece de todo esto. Estamos ante una obra impersonal, que no sabe de donde viene ni a donde va, con nada por lo que destacar más que por ser cada vez más desmesurado e incoherente, que bien podría ser el resultado de pedir a una IA que diseñe una secuencia de fotogramas con coches y explosiones.

Desgraciadamente, nadie está exento de este conformismo. Como bien me preguntó la chica de la taquilla, ‘¿Por qué no ves otra? Si al final los señores que leen el periódico no van a ver este tipo de pelis’. Pues, sinceramente, porque son tan fáciles de ver como de criticar.
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