Si hay mastín no hay festín

«Donde hay mastín no hay festín», decía tan solemne como orgulloso Paulino ‘El Manco’ acariciando alguno de los ejemplares que cuidaba y enseñaba como nadie. 
Tasio el de Taranilla, capaz de perder una Liga de lucha leonesa por ir a ver en cualquier majada a algún mastín del que le habían hablado, hacía un planteamiento cuando se hablaba de lobos, de su facilidad para emboscarse, de la dificultad de verlos.
– Yo sé dónde están los lobos.
– ¿Estás seguro?
– Segurísimo. Justo al lado contrario de donde están mis mastines.
Son los mastines de monte, de trabajo que dicen los pastores; de la misma raza que esos otros que ahora se crían, se cuidan, se pasean por las pasarelas para disputar campeonatos ante severos jueves que, dicho sea, nada tienen que ver con los lobos que acechan en lo alto de las sebes.
De la misma raza pero de distinto oficio.
A unos tienes que ir a verlos al monte, al lado del pastor. A los otros los puedes disfrutar a las puertas de la mismísima Catedral.