Impresionante, ves la imagen y te quedas ‘puesto’. Un precioso retablo, el predicador cantando desde detrás del libro, la megafonía que llena el templo, olor a incienso...
Así nos han encogido el alma siglos y siglos. Así hay quien jamás ha podido olvidar un ‘rosario de la buena muerte’ en la iglesia de su pueblo, unas tinieblas temiendo que los rayos rompieran el velo el templo mientras Jesús sufre camino del Gólgota, al todopoderoso párroco tumbado boca abajo en los oficios del Viernes Santo antes de lavar los pies a los apóstoles.
Cuántos conocieron la buena literatura escuchando como un teatro leído la Pasión según San Mateo o el pasaje del Génesis en el que relata la creación:«Y a toda bestia de la tierra, a toda ave de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra, y que tiene vida, les he dado toda planta verde para alimento. Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y fue la mañana: el sexto día».
Y ese cantoral de la foto recoge canciones que tantas veces acabaron cantando a voces en los guateques o al regreso de las fiestas de los pueblos. «¡Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!».
Y hay quien recuerda a los boy-scouts con sus guitarras machacando una canción de Bob Dylan cuya letra puedes encontrar en la frikipedia.
Y el Auditorio sin programación por falta de obras que llevarse a las tablas.
¡Qué alegría cuando me dijeron!
18/03/2015
Actualizado a
14/09/2019

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