Acércate a su río, piensa en dos simpáticas aves nadando plácidamente por el río y te llevarás el susto que no esperas al escuchar sus gritos, que no sé si es el nombre que recibe su sonido pero es el que más se acerca a la realidad que te asalta. Si no eres consciente de lo que te vas a encontrar darás un salto, seguro, se romperá en pedazos la magia que tenía la bucólica estampa.
– No hay perro que avise mejor que ellas, ni que espante más lejos; reconoce Quico, el molinero de Canales, que es quien mantiene a estas ocas y alguna más cuidando el espacio de su molino, que también es fábrica de la luz y serrería, con más de 100 años de servicio en sus tres facetas.
Y cuando ya el dueño les habla, como explicando que ya todo está controlado, vuelven a su plácido nadar por el río... pero también agradece las barras de pan que Quico va lanzando al cauce y las ocas hacen como que no va con ellas la historia, aunque lo único que están esperando es a que el agua ablande el pan, en ese momento se lanzan a por él sin piedad, se dan zarpazos unas a otras, aunque hay para todas, regresan los gritos... hasta que cada una se conforma con lo que ha cogido y se va a su rincón de comer.
La vieja historia de «llámame perro y échame pan».
La hermana de «llámame pájaro y échame alpiste».
Llámame perro y échame pan
04/12/2019
Actualizado a
04/12/2019

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