La vida en el portabultos

28/04/2017
 Actualizado a 31/08/2019
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Paren el mundo que yo me bajo», que dicen que también lo dijo Groucho Marx (¿qué no dicen que dijo?). El ‘paisa’ de hoy de Mauri, como tantos que encontrarás en el camino, no lo dijo, lo hizo, que es la única forma válida de decir las cosas.

Pintó su vida de amarillo, para que quedara bien claro que empezaban nuevos tiempos, cargó los recuerdos y las necesidades a lomos del portabultos, se caló el sombrero, engrasó la catalina, miró al cielo y viaja en dirección a donde le da la gana, destino para el que sacó billete de ida pero no despachaban el de vuelta.

– Ni falta que me hace; le confesó a la ventanilla.

Hoy está aquí, mañana allí, y en unas semanas ya estará en su destino: ninguna parte. Sólo quiere ir, caminar, avanzar, encontrar gente, hablar, compartir, escuchar... hacer camino.

Donde se detiene, mira. Donde mira, ve. Donde ve, entiende. Y todo junto lo carga en las mochilas pues no hay peso que se le resista a las bicicletas amarillas, aquellas a las que se quedan mirando los niños cuando pasan, incluso detienen su partido de fútbol en la plaza para reconocer: «¡cómo mola!».

Lo único que le preocupa es que al levantar la vista encuentra en el horizonte que las instituciones más serias le han robado los colores, que se han dado cuenta de que también molan los coches amarillos.
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