La cara A: nieve blanca

07/02/2015
 Actualizado a 10/02/2019
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Dicen que hay nieve blanca, dicen que hay nieve negra. Hay quien disfruta de la nieve blanca, hay quien sufre con la nieve negra.

Es blanca para lo niños. Ellos siempre encuentran el perfil bueno. No van al cole, juegan y juegan, hacen muñecos, trinean, lanzan bolas, resbalan en las huellas de la quitanieves, sudan, se chupan los mocos con gracia, posan para las cámaras...

No es tan blanca para los ancianos que tantas otras veces habían visto nevadas similares. Caminan hasta el leñero con cuidado y miedo, no cesan los viajes a la carbonera, el ‘subsidio’ tampoco llega para tirar de calefacción y viven en las teles el mundo que está al otro lado de la ventana.

Es blanca para los paisanos que pueden llegar hasta la cantina del pueblo, jugar la partida, beber un vino caliente con azúcar y, finalmente, hablar y hablar, recordar las viejas nevadas, las niñas que se llaman Nieves porque nacieron después de una espalada para llegar al hospital.

Negra para quienes han dejado las vacas en el monte creyendo que era una nevada más y resultó mucho más. Todo el día con la hierba a cuestas, rompiendo nieve que ven negra como el carbón.

Negra para quien circula por la ciudad. Blanca para quien puede estar sentado en un sofá, detrás de la ventana, y contemplar el espectáculo que siempre es ver nevar a la luz de cualquier farola, seguir los juegos de los copos.
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