La belleza y los cobardes

13/05/2016
 Actualizado a 10/09/2019
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Cuando llamas a Mestre siempre se escucha su voz en medio de las voces de la plaza del pueblo en el que cuenta su poesía, canta su verdad o toca su acordeón.

Y habla del nieto del panadero. De la tribu y sus sabios. De los pobres y de los pastores, de la conciencia cívica, de la memoria de Gilberto Ursinos, de la militancia en los discursos subversivos de Gamoneda cuando dice que «la belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes».

Escribo como pienso, dice, y pienso como vivo, añade, para sentirse cercano a los mineros que luchan enviando un telegrama escueto: «No hay poema más bello que la canción de los mineros en el amanecer de una noche de huelga». Y se niega a recoger un premio que quieren que comparta con el empresario depredador de las tierras y los montes.

Es el hombre que más veces deja escritas en el aire palabras como dignidad, ética, estética, desobediencia, resistencia...

Es el poeta al que se le tuerce el gesto cuando en sus recitales se abren camino palabras como geómetras, poderosos, mercados, dineros...

Pero al final, antes de la despedida, nunca se olvida de regalar la esperanza de saber que la naturaleza siempre responde a los rigores del invierno con las salvas de la primavera.

Y en la dedicatoria del libro te dibuja sueños de colores.
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