Jirones de tela

07/06/2023
 Actualizado a 07/06/2023
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Bueno es, imprescindible casi, que detrás de las banderas se intuya el perfil sincero de un niño o un adolescente. Bueno es, imprescindible casi, que sean ellos quienes están detrás pues así podremos creer que hay verdad y no interés, que es no una bandera más de las que quedarán rotas en la memoria del tiempo pasado, banderas que, como diría el gran Labordeta, «vimos cómo al final / sólo nos quedó el recuerdo / de un mástil desarbolado / y unos jirones de tela / rotos por el vendaval».

¿Qué ha sido de aquellos primeros que se colocaron detrás de la bandera?, ¿qué ha sido de los que cobraron el rédito que produjo la bandera, de los que se pusieron en fila detrás de la bandera nueva antes de que fuera otra bandera rota más?

Hemos pasado la vida viendo cómo nos rompían las banderas, cómo nos las robaron, una tras otra, para pasar de ser nuestras, de todos, a ser suyas, a convertirse en jirones de tela rotos por los vendavales vociferantes de quienes llegaron diciendo que eran suyas y solo suyas, se las pusieron en su balcón, en sus cuellos, en sus muñecas, en sus coches, en sus carpetas... pero no está claro que también en su corazón pues, como decía otra canción sobre las banderas y las patrias, «no olviden que es mejor llevarla a nuestro lado que ser su salvador».

Por no salir de las canciones, y de los trovadores, tuneamos la de «bendita sea la boca que da besos y no traga monedas»; es decir, bendita sea la bandera...
Pongan un niño detrás de cada bandera.
Pongan una verdad detrás de cada sentimiento.
Pongan campo abierto detrás de cada idea.
No roben banderas para hacerlas jirones de tela.
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