El mundo sigue al revés

01/03/2023
 Actualizado a 01/03/2023
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Han heredado nuestros viejos paisanos una costumbre que a buen seguro venía explicada en aquellas normas de urbanidad que contaban las históricas enciclopedias, durante tantas décadas único libro existente en aquellas escuelas de estufa de leña y pizarrín de carbón, de mapa físico en la pared, globo terráqueo sobre la mesa del maestro y pupitres con plumín y tintero.

La costumbre, que repiten mecánicamente porque la llevan dentro, es la de descubrir la cabeza, quitarse la boina, gorra o sombrero cuando entran en cualquier espacio cubierto en el que hay gente, también cuando saludan a alguien que se cruza en su camino y al que quieren «mostrar sus respetos».

No niego que está bien que lo hagan, como tantas normas de respeto que nunca sobrarán, pero la vieja costumbre es una constatación más de que el mundo está al revés, de que las los méritos no se miden con un sistema fiable.

Deberíamos ser todos los demás, todos aquellos que heredamos esa provincia que ellos construyeron y nos legaron, quienes nos quitáramos el sombrero, simbólico o real, al cruzarnos con todos aquellos paisanos (y paisanas, pero la foto es la que es) que hicieron posible ese impensable cambio aunque comprensible cuando escuchas sus historias de niños que fueron a guardar vacas o niñas que iban ‘a servir’ en edad escolar, que aprendieron a leer de noche o en sábado, que acudieron «a las permanencias» de los maestros.

Y son ellos los que, encima, nos muestran sus respetos. Los pájaros contra las escopetas.
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