"A la cafetería no la vamos a echar de menos, al que echaremos de menos es a ti"

Paco el del Candilejas bajó este sábado definitivamente la trapa del popular café del barrio de San Mamés, 34 años en la barriada, "toda una vida, pero también la vida es la que me lleva a tener que dejarlo"

Fulgencio Fernández
02/02/2020
 Actualizado a 04/02/2020
Paco ‘Candilejas’ entre dos de las banderas que luce en el café, al lado de las decenas de cuadros y chapas de cine. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
Paco ‘Candilejas’ entre dos de las banderas que luce en el café, al lado de las decenas de cuadros y chapas de cine. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
«No Paco, no vamos a echar de menos el Candilejas, que hay más bares, al que te vamos a echar de menos es a ti». Se lo dicen unos clientes ‘de toda la vida’ y Paco Córdoba Pablos sonríe y te dice: «¿Entiendes que se me hinche el pecho de orgullo? Estas cosas son las que te hacen llevadero tener que bajar la trapa y los 34 años que he dejado en esta cafetería, toda una vida».

Toda una vida, pues a estas tres décadas largas que han pasado desde aquel 27 de mayo de 1986, cuando subió la trapa del Café Candilejas, hay que añadir unos cuantos años más trabajando en otro bar, el que la familia tenía en su pueblo, La Ercina, el Bar del Tejero. «Allí pasé la infancia y ahora que tengo tiempo volveré a disfrutar de aquel pueblo, los paseos, la gente, los recuerdos... porque soy un paisano de pueblo, muy de pueblo, pero atípico, no me gusta la caza, jamás he cazado, ni la pesca, ni ir a setas».

- ¿Y qué te gusta? Al margen del cine, que con el nombre que le pusiste a la cafetería es evidente...- Claro que me gusta el cine, me apasiona; pero también la música, los cómics, que tengo una excelente colección,y la lectura; mi mujer, Marián, siempre dice que si un día no me encuentran que me busquen en alguna librería.- O que te llamen al móvil.- No lo tengo. Y espero no tener que comprarlo.En La Ercina de su infancia sí nació la pasión por el cine, en aquel Cine La Hermandad que funcionó en su pueblo en los años 60 y cuya vieja máquina de proyectar puede verse en el bar museo del pueblo, allí donde se podía ver desde El prisionero de Zenda a Tarzán de los monos o La cabaña del tío Tom, seguramente también Candilejas, el nombre elegido. «Claro, si te gusta el cine, Candilejas era el nombre, pero mira qué curioso, cómo la vida te lleva a grandes contradicciones: El nombre era el más adecuado pero la película no es la que más me gusta, la canción no me gusta nada y el propio Charlot me decepcionó cuando supe que no había sido precisamente un padre ejemplar, y para mí la familia es muy importante. Después, cuando llegó la moda de los video-clubs ponía una película cada noche... pero le tenía manía a esa forma de ver el cine, al cine hay que ir a las salas, verlo en la pantalla grande, escuchar la música con calidad de sonido». Y completa sus paradojas con la literatura. «Uno de los libros que más me ha gustado es El viaje a la Alcarria y, sin embargo, a Camilo José Cela no lo soporto, esa prepotencia suya».En esa confesada pasión por la familia está también la explicación de «apagar las luces» después de una vida entre candilejas aunque no le haya llegado aún la edad de jubilación. «Si me dice uno de los tres hijos que quiere seguir en el bar me niego, yo sé lo que hay detrás de la barra y aunque no reniego no es lo que quiero para ellos;y Marián, mi mujer y cocinera, ha enfermado y ya no puede estar aquí. Llevo más de un mes yo solo y hemos decidido cerrar... ya sabes lo que se dice, que la chaqueta del último viaje no lleva bolsillos».Va mezclando las conversaciones con las despedidas de los clientes que saben que apaga la luz y quieren tener una charla con Paco Candilejas, un buen conversador, un tipo socarrón que maneja mucho y bien la ironía. Llega Luis, con raíces omañesas en Villabandín, camino de su trabajo de profesor en las Teresianas y participa en la charla literaria antes de recordar la larga relación que les une.- ¿Cuántos años hace que eres cliente del Candilejas?- Los que lleve abierto pues desde el primer día que abriste pare a tomar café y ya se convirtió en un hábito.Son muchos los que van pasando para una última charla en el bar; Valparís, Javi el de Lavandera, Marcelino el que trabaja en Hacienda, también clientes y amigos del barrio... y no podían faltar las hermanas González Castañón, de Valverde Curueño, que como buenas trabajadoras de Correos también reparten ironía cazurra. «Habrá que celebrar que te dejamos de ver, ponnos unos cafés irlandeses, que hay que reconocer que los haces como nadie».- Pues invito yo, por el piropo del café y la sinceridad de dejar de vernos.Recuerda Paco cuando llegó al barrio y comenzó a arreglar el local, donde antes había estado una tienda de la cadena Su Casa. Es un lugar amplio, con mucha luz, y en el que lo primero que destaca es un gran retrato de Charlot y numerosos carteles de cine, afiches, chapas... cine. «Me gusta mucho el cine, sobre todo el antiguo, algunas de las cosas que se hacen ahora no me acaban de convencer. Será que soy antiguo porque me pasa lo mismo con la música, me encanta escucharla en el coche, no puedo escucharla en un móvil, bueno no tengo móvil».

Y al mirar para estos 34 años reflexiona cómo ha cambiado la vida en el barrio. «Cuando abrí cerraba a las dos de la mañana y ahora a las 10 ya estoy barriendo; primero se mezclaba gente del barrio con universitarios, por el día tenía también a la gente del ambulatorio de Nocedo, que estaba aquí al lado, y alguna partida. Tuve la etapa de las películas por la noche, gente a conversar y reconozco que llevo mal ahora cuando veo a cuatro chavales en una mesa y tres están haciendo cosas con el móvil...».

- ¿Y tertulias?
- Es una pena que tengo, no tuve tertulias. Y si llegan a ser de cine, mejor.

Llegan otros clientes para esa última charla en el Candilejas. «No, si a la cafetería no la vamos a echar de menos, al que echaremos de menos es a ti, Paco».
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