22/11/2022
 Actualizado a 22/11/2022
Guardar
Y sigue dejándose acariciar por las mañanas cada mechón blanco que se agolpa en su melena centenaria. Todo en ella es de cien,cada pliegue de piel serena, cada gesto. Todo en la abuela Feli es de cien y más. De 109 y un perdón. Feli no se acuerda de que el calendario guarda un día al año para ella y se disculpa cuando ve un pastel con su nombre azucarado que no asocia a su protagonismo. Quiere saber de dónde viene toda esa puesta de largo de tartas y papeles de colores con lazadas imposibles. Se para un segundo en una canción. El molinero, tararea. En una receta. Cortas ajo y cebolla picadito picadito (y en el -ito hace una nota redonda) y un poco de aceite. Y recuerda que debe una visita a su San Román de Bembibre, donde dejó una vida, las gallinas y a un novio del que no dice más que que la espera. Mi Feli camina por los hilos de pasado que se van cosiendo al azar bajo su nube de presente, ahora en otro cielo del que conoce poco, porque ya no usa galochas para salir al barro. Pero, cuando se tiene un ayer cargado de vida, sobra pensar en el hoy más allá de contar lo que ha comido cuando le piden que rinda cuentas del día. Le gusta el vestido de mamá, pero con mangas, que se enfría. Le encandila Marcos y Pedro, porque cocinan. Toño es su ojito derecho, Yoli la que le enrabieta a carcajadas, y a Tita, cuando le llama hija…se le eriza la piel. Cuando habla la abuela se para el mundo para dejar pasar una estrella. Y cuenta, antes de pedir tregua en una siesta que no perdona. Me llama sinvergüenza tocándome la cara desde un cristal de teléfono al que reprocha no dejar pasar los besos que le envío. Y pienso, bendita videollamada maldita, que nos deja y no nos deja… Lo hace con una sonrisa, buscando el otro significado de una palabra sin polisemia que una nieta saborea como el mejor de los piropos. Y se explica: sinvergüenza Mar, porque no cocinas, con lo fácil que es hacer tres comidas al día. Cuenta con los dedos. Bueno, cuatro. Se corrige, que le faltaba sumar la merienda. Cuatro deberes que me pone la «abu» a los 109. Los haré, merienda mediante. Pero yo le pongo otros, ¿un abrazo compartido a los 110?
Lo más leído