'Soy Francisca, niña cuna' abre los secretos del hospicio

El asturiano afincado en Ponferrada, Pedro Villanueva relata la historia de la casa cuna de Oviedo, que extrapola a todas las del país

Mar Iglesias
08/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Video de la presentación del libro.
Video de la presentación del libro.
‘Soy Francisca, niña cuna’ abre un libro son sabor a best-seller del politólogo y escritor asturiano, afincado en el Bierzo, Pedro Villanueva. En él regresa al Hospicio Real que dio paso al Hotel Reconquista «algo que me sorprende que no todo el mundo sabe» donde se presentó inicialmente el libro, y que ahora lo hace en Ponferrada. Francisca es el inicio de la casa cuna, según el libro de registro del Hospicio, que data de 1.752, aunque no sería la primera realmente , según los datos recopilados por Villanueva.

El autor quiere homenajear con su nuevo texto, que llega detrás de sus dos publicaciones anteriores ‘El Principio, raíces celtas’ y ‘La huella de Roma’, a los niños y niñas olvidados tras las puertas de la casa cuna, en el interior de unos muros silenciados en recuerdos. Francisca podría ser todos ellos.

El Hospicio Provincial de Oviedo
inicia su publicación, desde su construcción en 1752, hasta el nacimiento del Hotel de la Reconquista en 1972. En él recoge, no solo la construcción y mantenimiento del mismo, sino las hambrunas, epidemias o guerras que golpearon los tiempos en los que estuvo activo y que le dieron sentido. En tres siglos Villanueva regresa a las guerras carlista, a la guerra civil…Del lado más poético está la vida de los niños, sus juegos, su día a día. Y desde fuera, personajes que se relacionaron con él.

El ‘ensayo novelado’, como lo califica el autor por contener una parte histórica y otra recreando la vida de alguno de los expósitos del relato, se presentará mañana día 9 a partir de las 19:00 horas en el Museo de la Radio de Ponferrada, con la filósofa Elisa Vázquez.

Villanueva explica que el libro surgió de un romancero que recuperó en Cerredo, en Asturias, donde viven sus padres.El cantar hablaba de una mujer «malata hija de la malatería» (leprosa) y ahí quiso seguir la pista de las leproserías asturianas. En las primeras referencias se percató de que las leproserías fueron absorbidas porel Real Hospicio de Oviedo. Esa fue la chispa para comenzar a investigarlo «y vi que había pocas obras sobre él».

Solo el Instituto de Estudios de Oviedo había publicado algo sobre ese hospicio de donde parten sus primeros datos. A partir de ahí, sus visitas al archivo histórico de Asturias se convirtieron en habituales y encontró ingente documentación sobre la casa cuna «que quise humanizar los archivos, sin perder el rigor académico», dice. Desde emotivas cartas de madres que pedían dejar a sus hijos hospiciados, hasta los carteles que les dejaban colgados en las ropitas infantiles cuando los depositaban en el torno, han sido recuerdos emotivos que vienen a enmarcar una época difícil de la historia de España y que ahora desempolva el autor.

El libro, explica Villanueva, narra, por un lado, las ordenanzas del fundador del hospicio, Gil de Jaz, que tiene una calle en la ciudad ovetense. El autor se hizo con un par de publicaciones «que estaban en subastas» al respecto «y me consta que una pertenecía al hospicio», asegura.

Otro de los pilares del libro es la parte histórica del edificio, enfocadaa la historia de España y de Asturias que influían en el desarrollo del mismo y viceversa «sería un modelo extrapolable a otros del territorio español porque seguían el mismo camino», advierte. El hospicio tuvo sentido en un momento del siglo XVIII en el que «la indigencia se consideraba peligrosa».

En Oviedo se decía que había 1.000 personas en esa extrema necesidad y Gil de Jaz obligó, mediante ordenanza, a que ingresaran en el Hospicio, pero solo consiguió que lo hicieran 90 con lo que se percató de que«la indigencia era simulada». Dice que «se obraron milagros», socarronamente. Villanueva ha querido ser prudente y neutral en todas las fases históricas, apunta,conservando el anonimato a partir de los años en los que considera que puede haber gente viva que se pudiera ver afectada.

La parte ilustrativa es emotiva, con fotografías de los expósitos e incluso el acta de la primera junta de constitución del hospicio.

Además del hospicio central apunta en su libro otras tres casas cuna que se conformaron en Asturias para atender la asistencia a los niños, por geografía «porque llegaban casi todos muertos allí», pero también justificados por las quejas que había de los obispados de Cantabria y Galicia de que tenían que hacerse cargo de los niños que les llegaban de las zonas fronterizas, donde era más fácil dejarlos.
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