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Perros o salchichas

21/04/2024
 Actualizado a 21/04/2024
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Dentro de la actual espiral de ‘clickbait’ en la que dan vueltas los medios de comunicación, la noticia de que Alemania estudia prohibir la cría de ‘dachshund’ o perros ‘salchicha’ se transformó en unas cuantas mordidas de anzuelo. Entre cejas arqueadas y abundancia de condicionales en los titulares («podría»), los curiosos descubrieron que la administración germánica se planteaba alejarse de su pasado de eugenesia y modificación genética, que dio pie a tantas monstruosidades en la primera mitad del siglo XX.

Al parecer, la selección artificial de los simpáticos cánidos salchichescos acaba provocando enfermedades degenerativas, especialmente en la espina dorsal, debido a su complexión de patas cortitas y tronco alargado.

Resulta inevitable pensar en otros intentos de regular razas de perro debido a las aberraciones a las que ha llevado la locura del humano jugando a ser Dios. Y uno acaba por pensar en los teckel como máquinas de matar (en realidad lo son) diseñadas por desquiciados ‘mengeles’ de la veterinaria, igual que los american bully XL recientemente proscritos en Reino Unido por su agresividad asesina hacia niños y otros canes.
Pienso entonces en Pipo, el primer ‘salchicha’ que conocí. Lo tenía la madre de mi amigo Carlos en la casa familiar. Gordo como un odre, había abandonado su silueta estilizada por otra grotescamente esférica. Tenía a su disposición una zapatilla de estar por casa con forma de conejo en la que desahogaba sus instintos primarios, debido a su incapacidad para cruzarse con una hembra de su especie con afán reproductivo. Cuando le sorprendías en esa actividad te miraba con unos ojos atravesados de pena infinita que te decían: «No hace falta que me veas así».

Después ha habido otros muchos. Como Hugo, que Álvaro rescató y que da gloria verlo caminar –piti piti piti piti– con sus orejas bamboleantes. Está Chiki, también con tendencia a la obesidad y dotada de una monumental pereza que la hace casi alérgica a salir a la calle. De hecho, cuando ha de cumplir con la fisiología diaria lo hace a la distancia más corta posible de su hogar, y tira con fuerza de la correa para regresar a su camita y a la posición yacente una vez que ha cumplido. Tampoco muestra el más mínimo interés por otros seres de su especie cuando se aproximan con ánimo olfativo y socializante.
Pienso en estas criaturas, que hasta hace prácticamente dos días eran lobos, y siento que tal vez sea ésa nuestra máxima capacidad como humanos: tomar algo salvaje de la Naturaleza y convertirlo en una sonriente caricatura.

 

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