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Parque infantil

28/04/2024
 Actualizado a 28/04/2024
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Se puede contar la Historia a través del mobiliario de los parques infantiles. Ahora abundan los que imitan el acabado de los troncos lavados y pulidos por el tiempo. Como una vuelta a algo primitivo que en realidad nunca existió, jabalíes ‘maderiles’ en los que montarse cual briosos corceles o mágicos clavileños, puentes tambaleantes de Indiana Jones o laberintos de lianas en los que enredarse, retorcerse y lastimarse.

Eso ahora. En el Polígono X, cuando lo hicieron, había unas casinas de plasticazo bueno con dos alturas en las que los menores de seis años podían jugar a amos del castillo, a las cocinitas o a contar cuentos de miedo. Eso en teoría. En la práctica, preadolescentes y delincuentes juveniles se apiñaban en aquellos reductos claustrofóbicos –una mesa y unos bancos a los lados– a hacer de las suyas. De noche, por los ventanucos recortados en las planchas de las paredes, se veían fogonazos de luz, señal inequívoca de que alguien encendía alternativamente un mechero.

Luego estaban las pinturas rupestres. En el Metropolitan de Nueva York hay un protograffiti en un templo egipcio, realizado hace dos siglos por un soldado napoleónico en las campañas africanas del pequeño corso. En las casinas del Polígono las paredes y las mesas estaban llenas de dibujos y mensajes que los mirabas y era como si salieses de la cárcel con tres tatuajes en la cara y fumando dos paquetes de tabaco. En pocos lugares aprendí tanto sobre la parte más oscura de la vida.

Allí, agazapados, mientras el sol poniente se colaba por los ventanucos, hablamos y discutimos y nos juramos amistad eterna. Mi hermano no se acordará, pero una vez que un vecino algo mayor quería cascarle, salí con un «pégame a mí» que luego fue motivo de burlas durante semanas.

Otro día, los adultos nos dijeron que no querían volver a vernos por allí. Al parecer el plástico era ya territorio yonki. Efectivamente, las criaturas ya no éramos las dueñas, aunque en alguna ocasión en que, tras perder una apuesta, tuvimos que meternos en alguna de las pequeñas casas, no encontramos chuta alguna, sino sólo basura. Lo más cercano que estuvimos nunca de colarnos en la mansión encantada terminó en una experiencia bastante frustrante.

La degradación siguió su curso hasta que llegó un momento en que el complejo plastiquil desapareció, invención de operarios mediante. Ahora hay unas máquinas de ejercitamiento físico para ancianos. No sé me ocurre mejor metáfora.

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