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Opinión para leer en váter

21/01/2024
 Actualizado a 21/01/2024
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La conversación más interesante que mantuvieron JesúsCalleja yJenni Hermoso durante el programa Planeta Calleja, que se emitió el pasado domingo y alcanzó mayor audiencia que toda la liga de fútbol femenino, fue ciertamente escatológica. En realidad, hablar de pedos, pises y cacas parece una de las pasiones del aventurero leonés, y es de suponer que también de muchos espectadores, porque suele sacar el tema a menudo, no sólo cuando fuera de la tienda de campaña hay viento y 20 grados bajo cero o la altura respecto al nivel del mar agita peligrosamente las flatulencias. Jenni Hermoso, a la que por fin pudimos escuchar después de que tanto hayamos hablado todos de ella (y comprobar, de paso, que tiene la cabeza bien amueblada para las presiones que soportó de los impresentables de la Federación primero y de impresentables periodistas y políticos después), confesó que tiene un truco personal para soportar la ingente cantidad de descerebrados que sueltan bilis en las redes sociales: «Pienso en lo vacías que tienen que estar sus vidas y me los imagino escribiendo esas burradas mientras están cagando», soltó la futbolista en un alarde de naturalidad, para reconocer después, mucho más fina, que «yo también los leo cuando estoy en el baño».

Ya antes de que los móviles nos encorvaran, el baño era uno de los lugares preferidos para muchos lectores, cuyas estanterías compartían a menudo champús y revistas, cremas y novelas, componiendo una metáfora literalmente exfoliante. Como en todo, hay que tomar precauciones: leer a Alfonso Ussía es bueno pero sólo para el tránsito intestinal y Paulo Coelho te puede provocar un coma diabético.En cualquier caso, no parece mala idea hacer de las críticas laxantes y leer a los que te increpan desde el váter, en posición casi fetal para sentirte más protegido e imaginando que todo va a desaparecer y se va a perfumar al tirar de la cadena. Pero, claro, depende de la cantidad de gente a la que caigas mal, porque el mencionado Jesús Calleja, por ejemplo, tendría que pasarse la vida en el baño en el dudoso caso de que quisiera leer las opiniones de todos los haters que últimamente le están creciendo en la provincia de León. 

Como el resto de los famosos locales, Calleja vive su fama soportando el clásico «¿pero éste qué va a ser si le conocí yo...» en este caso «...cuando era peluquero?». Por lo general, el leonés medio tiende a despreciar a sus famosos, sobre todo si son sencillos, naturales y aparentemente cercanos, porque si se engominan, miran por encima del hombro y conducen coches despampanantes se les brinda mayor respeto. Prefiero ahorrarme los ejemplos. A veces los complejos se nos disparan tanto que con los famosos leoneses pasa lo mismo que con los jóvenes emigrados: partiendo de la base de que la mayoría se han tenido que ir para alcanzar los objetivos que aquí se les negaban, si no vuelven nunca se considera que han triunfado mucho, les imaginarán pisando alfombras rojas y durmiendo en palacios, pero si regresan cada poco a su tierra algunos consideran que solo vuelven para dar envidia. Juega un papel decisivo ese cansancio tan provinciano de ver las mismas caras a todas horas y que a menudo deriva en que da la sensación de que ofende su sola presencia, como si alguien pudiera saber lo que están pensando el resto y, además, le pareciese toda una provocación.

Para sus paisanos, el intrépido Jesús Calleja se ha convertido en una de esas personas que no dejan indiferente a nadie: o lo idolatras o lo aborreces. Los guardianes de la moral del viejo Reino consideran que un leonés, por el hecho de serlo, tiene que ser obligatoriamente leonesista, y que hablar bien de Valladolid equivale a hablar mal de León, por lo que los vídeos de Calleja haciendo publicidad para la Junta de Castilla y León se han convertido en la versión provinciana, salvando las insalvables distancias, de la furia nacional contra Rafa Nadal (quien por cierto ya antes había dado sobradas muestras de padecer cuñadismo) por haberse vendido a los saudíes. Traidor a su tierra o Barbi montañera son algunas de las perlas más suaves que se pueden leer estos días en las redes sociales. No parece el del sectarismo el mejor camino para que el leonesismo aumente su electorado y, quizá, sería más efectivo emplear, aunque sea por variar, algún argumento más allá del repetido «León solo».

Jesús Calleja ha brindado grandes momentos a la historia de esta provincia repartiendo chorizo a los esquimales, preguntando a los famosos si tienen miedo con ese inconfundible acento de Fresno de la Vega o mostrando una y mil veces al mundo la espectacularidad de nuestras montañas. También ha apostado por generar, con muchas salvedades, un desarrollo alternativo en las cuencas mineras. Como siempre, con la misma ligereza que se le aúpa al pedestal se le lapida después. Bien es cierto que Calleja hace tiempo que dejó de ser montañero para convertirse en empresario, como tal obsesionado por facturar (no hay más que ver que parece un anuncio andante) pero no es precisamente él quien traiciona a León ni a los leoneses, sino los políticos que le pagan todo lo que pide por hacerse una foto a su lado y confían en que su imagen, por cierto tan poco envejecida que parece la versión aventurera de Jordi Hurtado, disimule la incapacidad de nuestras instituciones para promocionar o proponer iniciativas que obren el milagro de ese turismo al que han entregado prácticamente toda nuestra economía.

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