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Luces en las noches de verano

13/08/2023
 Actualizado a 13/08/2023
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Verano es, también, mirar los fuegos artificiales. Salir tarde de la mano de tus padres y comentar el espectáculo con abundancia de «qué bonito». Ver pasar las diferentes variedades: las palmeras de chisporroteantes hojas doradas, las explosiones de puntos que cambian de color mientras se precipitan, las escandalosas tracas del final… También comentar cómo hay modas que se mantienen y otras que ya se han perdido, como aquellos ‘gusanitos’ de bolas de luz engarzadas que caían blandito sobre el cielo nocturno cuando algunos éramos niños. Aunque siempre se vuelve a ser niño cuando se miran castillos pirotécnicos en una noche de verano. 

Hay algo casi divino en lo de llenar la oscuridad de estrellas fingidas. Así les debió parecer a los emperadores chinos que presenciaron los primeros experimentos con aquella sustancia, la pólvora, que explotaba de forma tan bella. Así les pareció también a las tropas húngaras que presenciaron otra aplicación, en este caso bélica, cuando los mongoles quisieron invadir Europa en el siglo XIII. Es interesante que el mismo principio con el que festejamos San Juan y San Pedro o el año nuevo sea prácticamente el mismo con el que cada año se asesina a cientos de miles de personas. Una pistola no está tan lejos de aquellos artefactos que maravillaban a los emperadores del lejano Oriente.

Coinciden estos días en el cielo los espectáculos pirotécnicos con otros fuegos, en este caso naturales. Ante las Perseidas uno entiende qué sintieron aquellos antiguos que intentaron descifrar las claves del Todo mirando hacia arriba. Aquellas explicaciones protocientíficas que tienen más de poesía que de otra cosa; cómo si no concedemos más valor a los restos de la cola de un cometa entrando en la atmósfera terrestre que a una manifestación de alguna deidad. Es una pena que estas ‘lágrimas de San Lorenzo’ estén amenazadas, precisamente, por otra incandescencia artificial, creada por el ser humano. La iluminación eléctrica ha traído consigo la contaminación lumínica, con lo que hoy resulta dificilísimo encontrar una bóveda celeste sin interferencias ni ‘ruido’ de otras fuentes.

El propio acto de mirar, tan vaciado de propósito a causa de las pantallas, toma en estas noches de verano una nueva dimensión. Contemplar las Perseidas o una ‘palmera’ pirotécnica no tiene ningún sentido. O al menos ninguno finalista. Pero en el estímulo, en ese breve destello, están contenidos todos los mundos posibles que somos capaces de soñar.

 

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