Maximino Cañón 2

El León de San Fernando

06/02/2024
 Actualizado a 06/02/2024
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Cuidado con las caídas, te dices internamente cuando sales a empezar la jornada diaria para realizar algún encargo o gestión. Esto lleva consigo el tener que desplazarte, en este caso, por la ciudad a primera hora, que es cuando menos gente hay en los comercios y se pueden hacer las compras con más tranquilidad.

Hubo un tiempo en el que tener un coche, aunque fuera de los llamados utilitarios: Seat 600, Renault 4/4, Citroën dos caballos etc, que de este último, aunque con una carrocería endeble, se decía que gastaba menos que un mechero de gasolina de entonces.

La bicicleta supuso un avance en cuanto a facilitar los desplazamientos cuando el peligro de los coches o vehículos de motor no suponían gran amenaza para la gente.

Parece mentira que en los años de juventud pudiéramos jugar a la pelota en plena carretera de las calles poniendo los libros o la gabardina haciendo de palos de la portería para delimitar la misma, y que solo teníamos que estar pendientes de la llegada de algún guardia municipal (qué buena gente eran y cuánto nos aguantaron), para evitar que nos requisara la pelota o balón, con la advertencia del peligro que suponía el jugar partidos de fútbol en mitad de la calzada.

En estos casos, y de una forma sumisa, nos acercábamos al citado guardia (recuerdo a dos: Julio el de bigote y Julio Franganilllo, si la memoria no me falla), suplicando que nos la devolviera con la promesa (era un decir) de no volver a jugar en medio de la calle.

La realidad era que, ante la falta de los medios de transporte a tracción que no fueran los proporcionados por animales de carga, para cumplir las obligaciones encomendadas, el tráfico no constituía gran peligro. Las calles mayormente eran de piedra si bien después se cubrieron con brea originando continuos abollones en el suelo como consecuencia del calor en verano.

La realidad era que quienes tenían un coche lo llevaban a todos los sitios, aunque fuera a alternar por los bares, ya que aparcar entonces no era problema.

Después de esta pasada por la historia de los desplazamientos en otra época, la cuestión ha vuelto a dar un vuelco ya que antes el tener un coche solo estaba al alcance de una clase de la media para arriba y lo que predominaba era ir andando a los sitios sin objetar nada al respecto.

Recuerdo cuando, en compañía de los padres, tenías que ir a alguna visita de algún familiar que vivía algo lejos y decías, porqué no vamos en un coche y te decían, si hombre, como que no cuesta.

Por ello me viene a la memoria la medida llevada a cabo por el alcalde dejándonos un León, para muchos, más habitable haciendo bueno el refrán de: yo voy como el coche de san Fernando, «un ratito a pie y otro andando», mientras que otros se preguntan por donde van a ir ahora cuando tengan que hacer alguna gestión que requiera el uso del coche.

En fin todo se andará porque como dice el refrán: «soplar y sorber no puede ser».

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