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‘El display’

04/02/2024
 Actualizado a 04/02/2024
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Decía Borges que el idioma inglés era mucho más fino que el español. Que ese doble sustrato germánico y latino daba a sus palabras una riqueza de matices que nuestra lengua –por mucho que fardemos de sinonimias– no llega a alcanzar. Un asunto ciertamente discutible y, en boca de Don Jorge Luis Borges, paradójico, pues pocos como él hicieron tanto por este lenguaje con el que nos insultamos y nos amamos.

En una cosa sí que habría que darle la razón al viejito homérico: ‘display’. Además de la pantalla de los aparatillos electrónicos, la voz anglosajona hace referencia a uno de los comportamientos cruciales de nuestros tiempos. No es exactamente alardear ni tampoco exhibir; podría aproximarse la idea de hacer una demostración de algo, pero lo que más cerca podría estar sería mostrar, aunque con un pequeño matiz.

Hoy no basta con que seas buena persona: tienes que hacer un ‘display’ de ello: abrir las plumas como un pavo real y capturar la atención desde lejos. Tampoco es suficiente guardar silencio o encogerse de hombros ante situaciones que no entendemos: hay que agarrar el teléfono móvil y hablar a cámara. De lo que sea, pero mostrarse. Si no lo haces, no existes.

Tal vez tenga que ver con un atávico instinto mágico, un anhelo de hechicería que piensa que al representar algo se conjuran las fuerzas que hacen posible su materialización. Si yo me presento ante los demás como, por decir algo, una persona (o un organismo o una empresa) concienciada contra el acoso sexual, doy la imagen de que realmente soy así. Y ahí estaría el concepto que andamos buscando para ‘display’: dar la imagen. Una fachada para tapar lo opuesto de lo que se enseña.

La discreción, que antes era una virtud importante, se ha convertido en anatema. Cualquier artista, cualquiera, debe tener una estrategia de comunicación, una marca personal. No basta con la obra producida: hay que ‘venderla’. Es decir, venderse. Este mundo no está hecho para quienes quieren quedarse al margen de los focos, para los ‘bartlebys’ que no se suman a la fabricación en cadena de banalidades, para los prudentes y los tímidos. De alguna u otra forma, todos somos empujados a la pista central del circo y, una vez ahí, nos exponemos, hacemos nuestras monerías y nos aplauden. De hecho, hay quien vive muy bien así. Y eso, como en una estafa piramidal, termina atrayendo a más y más gente enredada en esta feria de los ‘display’.

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