10/03/2024
 Actualizado a 10/03/2024
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Podríamos llamarla la ilusión del lujo. Pongamos el caso de que uno es más tieso que la mojama, pero cuando decide salir de su cueva con nevera compartida quiere que el mundo se entere. Entonces no basta con el ‘photocall’ de platos de restaurante filtrados por Instagram; es preciso que se note. De ahí el despliegue de fuegos artificiales -en algunos casos, de manera literal, como esos cócteles y tartas con bengalas- que la hostelería ofrece a sus clientes últimamente.

Un caso es especialmente llamativo. El de los camareros trajeados que preparan los platos delante de las narices de los clientes. Tampoco es que sea una novedad absoluta: la incorporación del steak tartar a los menús hace tiempo que nos habituó a la imagen de un tipo trabajando afanosamente un plato de carne picada delante de ejecutivos con el cuello de la camisa a punto de reventar. En este caso el ritual es necesario, se argumenta, porque la materia animal cruda requiere que se consuma inmediatamente. Como parece que la cosa gustó, se ha extendido a un nuevo repertorio de paripés culinarios en directo con los comensales mirando.

Así, las redes sociales se inundan de vídeos con chicos vestidos de Valentino que baten huevos para preparar en mesitas auxiliares crepes que flambean a una distancia peligrosísima para cejas y flequillos. O los ‘sushi bar’ con los cocineros sudorosos enrollando makis en algas mientras los destinatarios de las viandas les clavan los ojos en el cogote. Ahí tenemos también el caso de Salt Bae, sobrenombre del cocinero turco Nusret Gökçe, que se forró por su ‘performance’ a la hora de servir carnaza: de rebozarla en oro puro a su personal manera de tirar la sal rebotando en su antebrazo, pasando por todos aquellos famosos (Nicolás Maduro, Maradona, futbolistas en general) fascinados por sus representaciones. En el caso del steak tartar, ya no basta con la tradicional mezcla con huevos y especias: ahora hay que acercar la máquina picadora de carne, darle a la manivela allí mismo y asistir al proceso poniendo cara de expectación. Tal vez llegue el momento en que lleven la gallina para que deponga 'in situ' el huevo. El mundo, ya avisó Schopenhauer, como representación.

Lo más probable es que se trate de una nueva muestra del aburrimiento sistémico que envenena el mundo. Pero también se podría teorizar con una huida de la falsedad de este mundo, una búsqueda de la autenticidad, impostada y -oh, tristeza-, más falsa también que un atún leonés. 

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