El octubre negro: 30 años de soledad

El 31 de 0ctubre de 1991 los trabajadores de Hulleras de Sabero decidieron en votación aprobar el adelanto del cierre de la empresa por un contundente 419 votos a favor del cierre por solo 91 en contra. Era el primer cierre de minas de España. Algunos de aquellos mineros lo recuerdan hoy

Fulgencio Fernández
31/10/2021
 Actualizado a 31/10/2021
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En la puerta aún se lee ‘Herrera II’. Una señal prohíbe el paso pero la puerta está abierta, los candados siguen allí, pero reventados. Los enormes ventanales tienen los cristales rotos y por sus huecos en las grandes salas se adivinatanto el esplendor antiguo como el expolio de 30 años de abandono. La esbeltez de los edificios hablan de una olvidada forma de hacer que fue seña de identidad de Hulleras de Sabero y Anexas; ‘la empresa’,decían en el Valle como si no hubiera ninguna otra que se pudiera llamar así. Las ortigas ylas escaleras rotas, las barandillas robadas. El castillete preside y recuerda desde Sotillos el pasado minero del Valle.

El conjunto es un canto a la desolación y el olvido.

A treinta años de soledad.

El 31 de octubre de 1991 se celebró una votación entre los trabajadores para «adelantar» el cierre de la empresa y ganóel sí por un contundente 419 frente a 91  Desde la herrumbrosa verja se observa a muy pocos metros el huerto con las figuras de animales de chapa que con tanto mimo realizó el recordado Pozano, de guerrillero a minero y cantinero, y que su nieta cuida y conserva, como si se negara a que el tiempo borre la memoria de aquellos mineros que fueron cientos en el valle, cerca de mil, cuya historia se decidió cerrar, adelantar a lo previsto en un referéndum entre los trabajadores de contundente resultado: «Sí al cierre: 419 votos. No al cierre: 91». Era el final. Eran las primeras minas que se cerraban en España. El principio del final.

En el corazón del valle —donde un pequeño polígono industrial acoge a unas pocas empresas (Morvega, Valles del Esla, Carpintería Prado o ‘el gigante’ Tecoi, que ha ido creciendo y aprovechó las ruinas del histórico campo de fútbol del Hulleras)— allí, en un pequeño taller, Alfredo hace cachas, es su entretenimiento, tiene decenas de ellas, de todo tipo, artísticas, prácticas… Alfredo fue uno de los pocos mineros que se recicló, se recolocó al cierre y montó un gran ‘criadero’ de setas en las paredes de la bocamina, 250 metros de pared plagados de ellas. «Se daban muy bien, la temperatura, la humedad, todo parecía ideal». Pero surgió lo que puede parecer la metáfora del desamparo: El polvillo que despiden las setas causó una enfermedad respiratoria al antiguo minero, una especie de silicosis de las setas, para no salir del lenguaje del carbón.

Esta metáfora del desamparo recuerda a otra bella historia perdida del valle, El Amparo, La sociedadde socorros mutuos El Amparo. Federico Morán, que fue miembro del Comité de Empresa de Hulleras durante 16 años y presidente algunos de ellos, fue asimismo el último presidente de esta singular iniciativa que explica como «una especie de seguridad social para los trabajadores que quedaban indefensos ante cualquier circunstancia, un accidente, una enfermedad... Nació la idea en Vegamediana ante un sangrante caso concreto para una viuda, escotaron los compañeros,decidieron mantener una cuota para lo que precisaran los obreros, sólo obreros, tuvo 400 socios y llegó hasta final del siglo pasado». Morán recuerda que «tanto el edificio como la documentación y todos sus bienes los entregamos al ayuntamiento hace unos años». Otra pérdida.

Buen compilador de todas las perdidas e historias, recuerdos e imágenes, personajes, es Carlos García, Kubala para todos, fotógrafo, estudioso, excelente conocedor de aquella empresa en la que él llevaba 17 años como listero en aquel fatídico octubrede 1991, él tiene las cifras en la cabeza, las de los más de 700 obreros de la empresa, los cientos de vecinos que se fueron. Kubala elige la Sala de Maquinas, a la sombra del otro castillete del Valle (en Sabero), como ejemplo del abandono, el olvido. «Es un precioso edificio de piedra bien trabajada, por excelentes canteros, de 1920. El suelo conserva las baldosas que no han robado, excelentes, espectaculares ventanales rotos… aquellas gentes hacían bien las cosas».

El cercano poblado de Vegamediana es hoy una urbanización de espectros de edificios. Un joven ganadero, Chema, tiene allí sus vacas, casi no sabe bien quién es el dueño (Industrias del Fenar), los chopos cortados un día para venderlos siguen apilados esperando que las setas que nacen en sus troncos (pholiota destruens) cumpla con su destino y su nombre popular, la seta de la belleza perversa, pues «su propósito final es comerse el tronco», explica Arsenio Terrón.

Nunca se debió celebrar aquella votación, sin información, con mentiras; los sindicatos deberíamos haber asumido la responsabilidad,llevábamos meses negociando 15 años más  Son los ‘hijos’ de aquel octubre negro de 1991. Morán duda de aquel referéndum, Kubala tiene claro que fue un error propiciado por un cúmulo de circunstancias, Alfredo dice que hubo muchos engaños y José Manuel, secretario del Comité de Empresa en 1991, aportaba otra visión esta misma semana en un ciclo de ‘Encuentros con mineros’ en el MSM: «Nunca se debió celebrar aquel referéndum, yo siempre fui enemigo de esta consulta, los sindicatos deberíamos haber asumido nuestra responsabilidad. Llevábamos meses, bastantes, negociando un nuevo plan de futuro, para quince años, muy adelantado. Y de la noche a la mañana llega la consulta, a una gente que no sabía nada de estos planes de futuro, sin información, a los que se llenó los ojos con dinero, indemnizaciones... Y así salió lo que salió, nunca debería haberse celebrado».

Recordaban los participantes en el encuentro como, sin saber quién estaba detrás de la idea, se dieron a conocer las indemnizaciones que iba a recibir cada uno. «Habíamos quedado en no hacerlas públicas pero aparecieron, a muchos chavales jóvenes les pudo el dinero fácil».

Y así llegó la autoinmolación. Era el 31 de octubre de 1991. Aquel mes que llaman el octubre negro.
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