Como señalan desde la compañía malagueña que dirigen desde 2009 Luz Arcas y Abraham Gragera, la propuesta coreográfica de ‘Miserere’ se inspira en ceremonias bailadas de todos los tiempos y todas las culturas, cuando la danza aún conservaba su poder social, religioso y político, su capacidad transformadora y decisiva en el destino de la comunidad: desde la fertilidad en la cosecha, la victoria en la guerra o la paz entre los muertos.

El vestuario –prosiguen– tiene una función plástica y semántica fundamental y dialoga coreográficamente con el cuerpo y el espacio, transformándose con ellos a lo largo de la obra. La propuesta de vídeo es una revisión contemporánea de los telones pintados del siglo XVIII y XIX, justo antes de la revolución de las tres dimensiones de Craig y Appia. La música original e interpretada en directo se inspira en los Oficios de Tinieblas y reinterpreta temas esenciales de nuestra cultura, como el Miserere de Allegro y devuelve elementos del folclore a la música culta.
Para la coreógrafa Luz Arcas, «el montaje se centra en la figura del chivo expiatorio, la vinculación entre violencia y folklore, y cómo la identidad cultural de los pueblos se construye sobre la muerte». Se trata, según ha comentado Arcas, de la propuesta de mayor formato de La Phármaco hasta la fecha, donde el elenco plenamente femenino se debe a la intención de «representar el papel del cuerpo en nuestra tradición cultural». Así, según la coreógrafa malagueña, que interpreta uno de los roles, hay en ‘Miserere’ «un amplio registro de texturas físicas donde la danza de cada bailarina ofrece una visión del mundo».
Desde su aparición en 2009, la compañía se ha propuesto recuperar el concepto clásico de ceremonia escénica, en la que los elementos expresivos se reúnen y se afinan en una misma tonalidad, comprometida con un mensaje, cuyo eje es el ser humano.
La Phármaco cree que la danza no se limita a una cuestión de géneros ni de estilos, sino que su labor es tratar de hacer visible lo que estaba oscuro y reivindica la ceremonia escénica como un mecanismo necesario, social y humanista, capaz de dialogar con las voces fundamentales de nuestra cultura.