A la ciudad vienen los animales en busca de su destino mortal

Hasta el mercado nos llevan las imágenes de Fernando Rubio; los recuerdos los pone hoy una pluma ilustre, la de José María Merino

Fulgencio Fernández
03/01/2022
 Actualizado a 03/01/2022
Una estampa muy típica de aquellos mercados de la ciudad, los animales atados a la espera de su venta. | FERNANDO RUBIO
Una estampa muy típica de aquellos mercados de la ciudad, los animales atados a la espera de su venta. | FERNANDO RUBIO
Hay días en los que las imágenes lo dicen todo, no necesitan ningún comentario. Hay fotos que no necesitan pie, ni explicación, tal vez el año y el lugar. Y con eso basta. Hoy es uno de esos días con las fotos que nos regala Fernando Rubio de una estampa muy navideña en aquellos años 70 que arranca a su archivo: Son los mercados navideños en los dos rincones más tradicionales de la ciudad, la Plaza del Conde Luna y la Plaza Mayor y los años son 1972 y 1976, antes de la irrupción de los grandes almacenes que han oscurecido bastante las luces de estos rincones, leoneses y navideños.

Allí estaba todo, desde los árboles naturales para decorar las casas, a todo tipo de alimentos, labradores y ganaderos que acudían con sus productos, lechugas o conejos, pavos o patatas, frutas... y las tradicionales romanas para pesar.

Poco se puede añadir, pero hay un precioso texto de uno de los escritores leoneses más destacados, el también académico José María Merino, que recrea en uno de sus libros los recuerdos de sus primeras visitas al mercado de la ciudad, cogido de la mano de su madre, alucinado con la visión que se le presentaba ante sus ojos.

Son párrafos de su libro de memorias ‘Intramuros’, pertenecientes a una preciosa colección de Edilesa bautizada como ‘Los libros de la Candamia’ en la que un buen número de escritores de esta tierra prolífica en ellos viajaban a esa patria que todos reconocen que es la infancia.La de Merino, al que ‘nacieron’ en La Coruña pero leonés por los cuatro costados, recrea lo que era un mercado en aquellos años 40 y 50: "Sujeto de la mano materna, ese día sin colegio, entre el aroma de las cebollas y los repollos, sin duda eliges olvidar que aquí cerca estuvo el campamento fundacional. (...) Contemplas los conejos estirados boca abajo, que intentan apoyar en sus patas delanteras el evidente descoyuntamiento, fijas la mirada en el cordel que, de tanto apretar las patas de los pollos, las despelleja y mancha de agüilla sanguinolenta". Reflexiona Merino sobre estas estampas que por cotidianas pasarían desapercibidas a la mayoría de los asistentes ylamenta el destino de aquellos futuros alimentos navideños: "A la ciudad vienen todos los animales y en la ciudad encuentran su destino mortal. Sin hablar, tú temes que tu madre compre alguno de los pollos, alguno de los conejos, que se lo lleve a casa y que debas asistir al sacrificio".

Y ficciona Merino cómo sería aquel sacrificio a manos de una leonesa, Trini, cómo le da el tajo definitivo al pollo o al pavo, o el golpe definitivo al conejo. "Intentarás que coman. Dar a los pollos migas de pan y una hoja de lechuga a los conejos pero hubo suerte. Tu madre no se detiene ante los pollos ni ante los conejos".

Son sus recuerdos. Parecen escritos para las fotos de Fernando Rubio, tomadas unos años más tarde, pero hay estampas en las que se detiene el tiempo.
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