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El color de la avaricia

04/05/2022
 Actualizado a 04/05/2022
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Estaba escuchando a José Mercé que cantaba la parábola de un hombre ‘avariento’ que no hizo la caridad y, además le ‘achuchó’ los perros al pobre.

El avariento es un prototipo eterno. Está en el teatro de Plauto con ‘Aulularia’, de Shakespeare, Shylock y ‘El Avaro’ de Molière. Viven entre nosotros sin darnos cuenta. Los judíos tienen la fama porque, históricamente, eran los prestamistas. Hoy son los bancos, y financieras de las cuales hemos de mantenernos lo más alejados porque te engatusan para que caigas en sus redes. (las preferentes) v.gr.

En la incertidumbre, provocada por los poderes político y económico, está el origen de la codicia. Ellos mismos, que desconfían de sus cualidades profesionales y morales, se aferran al cargo, con gandes emolumentos, a costa de los impuestos de la gente común. Para ellos los paraísos fiscales. Para tí, la sucursal del barrio. Para tu pueblo, nada. Así las cosas, convendrá guardar los ahorros en el colchón –como antaño– o retacar la viga.

Una apariencia peculiar del ahorro es la imposibilidad de gastarlo, como sucede en localidades que, por no tener no tienen ni un chigre donde alegrar las penas, jugar a los bolos o ver un partido. Esto de repoblar es el mayor camelo político. A todos se les llena la boca con proyectos y ayudas. Pero no hacen, nada de nada nada.

En el lado opuesto, lo de tener deseos de comprar... y no tener dinero para ello. Quién no desea estrenar coche, vivienda o darse unas vacaciones de fábula, con pareja o sin parejo (sic). Aunque la inflación nos lo ponga difícil.

Un caso particular es el de los rentistas. En épocas de bonanza se ahorraba algo y se daban hipotecas a gogó. Una vez que el dinero entraba en la cuenta, uno se sentía millonario para dejar de serlo, en cuanto comprabas el piso o el local. En un instante pasabas de ser rico a deudor.

Hoy muchos de esos locales están vacios. La gestión de la pandemia, la penuria de los autónomos y el empobrecimiento de la población, han dado al traste con cientos de negocios. Aparte de muchos propietarios que se comportan como avarientos que buscan mejorar su situación a costa de subir las rentas sin tasa. Prefieren cerrar y que su propiedad se llene de ratas, a ayudar al comerciante que va pagando alquileres, tasas e impuestos. Son demasiados los negocios que cierran por la rastrera codicia de ciertos individuos que no dudan en arruinar a una familia por arrancarles unos euros más.

Los escaparates se apagan y la ciudad más pobre, más triste, más amarilla. Si los perros de hoy fueran como tendrían que ser, ¡vaya si se los achucharía a esos miserables!
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