"Sólo concibo la escritura como algo que contenga vida"

Manuel Cuenya descubre sus entrañas en cada palabra de su nuevo libro, a punto de dejarse saborear. Nacido desde la matria de Noceda, el escritor berciano sorprende con un compendio de sensaciones desde 'Del agua y del tiempo'

Mar Iglesias
01/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Cuenya prepara tal vez su publicación más íntima. | L.N.C.
Cuenya prepara tal vez su publicación más íntima. | L.N.C.
Cuenya ha viajado para volver a la matria de Noceda, donde se encuentra sin buscarse. Es desde allí desde donde le nacieron, dice, y desde donde ha buscado el rincón para parir ahora reventando en un verso alterado por la prosa, mezclando sentimiento, reposando sensaciones y contando, sobre todo, lo que le ha dado ser desde un todo literario al que le ha dado vueltas sin marearlo dejándolo reposar «como el buen vino», dice. Mi matria, el título inicial de su nuevo libro, y con este van ya seis, prefirió sobrenombrarse ‘Del agua y del tiempo’ en un bautismo acertado que ahora busca cómplices en la lectura. El de Noceda avanza lo que hay detrás de unas páginas en las que se ha dejado la piel erudita, indemne y atenta.

– Llega ‘Del agua y del tiempo’ ¿en qué momento para usted?
– Después de darle vueltas y más vueltas, acaso porque la escritura requiere dejarla reposar como el buen vino (vivimos en tierra de excelentes caldos), como dijera el maestro Antonio Pereira, ha llegado Del agua y del tiempo, que en un inicio iba a titularse Mi matria, como el título de uno de los poemas incluidos en este volumen, que está escrito con sangre, como quisiera el filósofo Nietzsche: «Escribe tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es espíritu». La sangre del tiempo. Como tal vez queda reflejado en la cubierta. Mi matria es Noceda del Bierzo, el útero de Gistredo, donde me nacieran. Y donde vuelvo siempre que puedo. Pero al final decidí, con la sugerencia de la filóloga y profesora Álida Ares, que hace la presentación de este libro, poner el título de Del agua y del tiempo. Creo que acertado porque está impregnado de agua y de tiempo, que son claves esenciales en nuestra vida, quizá claves líricas, por retomar el título de la obra poemática del gran Valle-Inclán. Claves sin las cuales no seríamos nada. Ni siquiera existiríamos como seres humanos. Con esta publicación, gracias a La Nueva Crónica y en concreto a su director David Rubio, invitamos, a quienes así lo deseen, a sumergirse en la lírica de la vida y la muerte. Contaba el genio Rulfo que sólo existen tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte. Y el amor también está presente a varios poemas en este Del agua y del tiempo, que llega después de Viajes sin mapa, Trasmundo, El Bierzo y su gastronomía, La fragua de Furil o Mapas afectivos, entre algún que otro librito como Vocabulario de Noceda.

–Es un contenido muy íntimo, que se abre con la matria de Noceda, un hilo de conductor que persiste a lo largo del relato...tal vez esta es la respuesta a muchas preguntas...
– En efecto, la matria es un hilo conductor, que entreteje el cuerpo/espíritu de este volumen. A uno le gustaría, al menos, que este tuviera no sólo cuerpo sino espíritu.

– De inicio, parece un alegato a la vida…
– Podría ser un alegato, como dices, a la vida, al arte. Ese arte que debería brotar de las entrañas de la vida. Y es también un modo de religarse con el amor, con la memoria, con la muerte. Pues la vida casi siempre se nos antoja breve, extremadamente corta, fugaz. La vida es algo sagrado, lo único que tenemos.

– En el texto mezcla la poesía con el cuento, la prosa casi verso... ¿qué bus-ca con esa mezcla tan sabrosa?
– Me alegra que la mezcla resulte sabrosa. Como una buena comida. Porque la belleza, como dijera el paranoico-crítico Dalí, será comestible o no será. Escribir (vivir) con los cinco sentidos, escribir con sensorialidad es algo que a uno le entusiasma. Y procuro sentir, sentirlo todo de todas las maneras, cuando escribo. Porque los humanos somos, creo, seres emocionales antes que racionales. Acaso humanos demasiado humanos (de un modo inevitable resurge Nietzsche). Incluso Dioses humanos como el apartado que le dedico al escritor y amigo Fermín López Costero y a mi padre, que me enseñó tantas cosas, incluso a volar. Y ahora sigue alumbrándome con su espíritu, guiándome como un chamán por el mapamundi de los afectos.

– La primera parte, múltiples ubicaciones bercianas, lagos, montes, incluso un homenaje a las tradiciones con la panderetera Luz Divina o la epístola sentimental desde «nuestro molino» ¿qué pretende trasladar con este caminar literario?
– El Bierzo siempre está presente en uno. Esta comarca me ha configurado. Me ha hecho ser como soy. Ríos, lagos, montes son mis paisajes afectivos. El agua fluyendo. Siempre el agua.
Luz Divina como gran panderetera nocedense. Al igual que lo fuera Ángela, la de Secundino, una mujer entrañable, abuela de buenos amigos. La pandereta, la música, el ritmo recorriendo nuestras venas. Música y poesías hermanadas por el ritmo.
El molino como algo legendario, literario, que nos devuelve a aquella aventura de los molinos de viento que viviera Don Quijote en la monumental obra cervantina. Confieso mi debilidad por los molinos, ya sean de agua o de viento. Me gustan los molinos y los países como Holanda,Bélgica o Dinamarca, donde te puedes topar con estos monumentos en cualquier sitio, sobre todo en Holanda. Al estilo de Alphonse Daudet, con sus fascinantes Lettres de mon Moulin, compongo esa «epístola sentimental», como tú dices, en un intento por seguir en el camino de la vida. En el camino, como el título de la obra de Kerouac.
Y, ahora que lo mencionas, me gustaría hacer referencia a otro libro que acaba de publicarse: Villafranca del Bierzo. Premio de la Crítica 2018, en el que colaboro, escribiendo sobre El Bierzo, por supuesto, junto con otros autores, entre ellos, Juan Carlos Mestre, Guerra Garrido o César Gavela.

– Y una segunda parte del libro nos lleva a una senda dura ‘memoria y muerte’. Sobre todo un recuerdo al padre con frases tan rotundas como la de Memoria de los asesinados «la soledad y el miedo en mitad de la nada acaban congelando nuestras entrañas» ¿este es Cuenya al desnudo?
– Cuenya siempre se muestra, muestra sus entrañas. Sólo concibo la escritura como como algo que contenga vida. Acaso como una prolongación de la vida. Hay que devolver vida a la literatura, a las palabras, como quisiera el coloso Henry Miller. La escritura como un modo de perpetuar la memoria. La escritura no sólo como arte sino como catarsis, incluso como algo sanador. Escribir para tratar de entender, para darse cuenta, para saber dónde está uno parado.

– Pero, como el relato vital, pasa de ese estado a ‘Amor y Vida’ y ahí...la esperanza…
– No todas son sombras en la espinosa y a veces dulce senda de la vida. Por fortuna. De lo contrario, la vida, que ya se me antoja un tanto absurda por momentos, sería invisible. Ojalá predominara siempre la pulsión vital sobre la pulsión mortuoria. Pero me temo que la partida de ajedrez la acabará ganando la muerte. Pero mientras haya ilusión y esperanza, permanezcamos. Sigamos viviendo, escribiendo. Amando la belleza. Esa belleza que engendra amor. Amar y ser amados, es lo mejor que nos puede ocurrir.

– Tras esos pasos se mete en «otras sendas» con la pregunta de por qué empeñarse en seguir el camino ¿ha roto ese camino, qué hay al romperlo?
– A veces el camino se trunca, se rompe, y cuesta levantarse y continuar. Entonces, conviene manufacturar un puente que nos religue con la otra orilla. Podemos cruzar ese puente. Atravesar el umbral. Encontrar acaso otra senda por la que seguir caminando. Cuando uno asiste a la muerte de un ser querido, el camino se resquebraja, se rompe incluso.

– Un recuerdo a Fermín López Costero llega con los dioses humanos, y de nuevo el padre ¿por qué decide cerrar el texto con este recuerdo?
– Los recuerdos nos configuran. Sin recuerdos, sin memoria, no somos nadie. O, mejor dicho, no sabemos quiénes somos. Qué terrible cuando nos quedamos desmemoriados. Fermín López Costero, además de un buen escritor, fue un gran amigo. Y así quiero recordarlo.
En cuanto a mi padre, él fue, sigue siendo para mí un ser humano excepcional. Un Dios, en definitiva. Los dioses también son humanos. O, mejor dicho, sólo creo en algunos dioses humanos.
A menudo se dice que uno no sabe adónde va si no sabe de dónde viene. En todo caso, tampoco es conveniente vivir sólo de recuerdos, porque nos quedaríamos anclados en una suerte de melancolía, que, por otra parte, podría ser una fuente literaria. El futuro es una quimera. Una ilusión, no más. Así que no nos queda más remedio que vivir en el presente, en el aquí y ahora.

– Escribir, casi como necesidad vital, es el epílogo de un trabajo que ¿qué espera que deje en cada lector?
– Escribir, sí, como necesidad vital. Como una manera de sentir, de ser y estar en este mundo. Sólo espero que la gente lo lea. Y si le deja algún poso, encantado. Porque uno escribe para sí mismo, para intentar poner en orden su mundo. Pero también para que a uno lo lean.
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