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Y si me tumbo a la sombra

18/06/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Dejé la gatera abierta y se me metió la puta canícula por el agujero de la puerta y ahora a ver quién la saca de aquí. El gato dice que a él ni le mire y el perro se tumbó a la sombra.

El caso es que se me olvidó poner en la cabeza el pañuelo blanco con cuatro nudos en las esquinas –tal y como se acordó al final de la Pasarela Tabanedo con las nuevas colecciones de Verano– y sin leer novelas de caballería ni nada pues me dio por desvariar más de lo que tengo reconocido en el convenio y estoy que no sé si voy o vengo o si me detengo.

M’explico. Como cumplimos cuarenta años de que nos dejen en paz, que suceden a los cuarenta años de paz, pues me pegué un viaje por las hemerotecas y me puse a apuntar los que mandaban entonces. Y allí andaba Rodolfo Martín Villa que colocó a un hermano que le decían Emilio, y en una esquina ya se asomaba por una esquina levantando el brazo un tal Luis Aznar, y Núñez Pérez ya era ministro; y a los comunistas no les hacían ni caso y a los músicos, por mucho castillo que tengan en Villafranca, todavía menos ¿desde cuándo fue de fiar un músico que no toque en la procesión del Corpus?

Y marché a tomar un vino a ver si se me pasaba la gurisma de que no acababa de creer que eran los mismos, pero volvía y los dinosaurios seguían allí. Y marchaba a tomar otro vino a ver si se me pasaba la gurisma de que no acababa de creer que eran los mismos, pero volvía y los dinosaurios seguían allí.

Y después de siete veces intentando convencerme de que no podían ser los mismos volvía para casa dando tumbos y me paró la guardia civil, que no tendría otro pito que tocar.

– ¿Porqué va tan despacio?
– Porque voy cargao.
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