Viva la mar de Oviedo

06/02/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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En las tierras sin mar, en aquellas en las que se presume de que «tenemos de todo menos playa», es decir aquí, se repetía en aquellos años en los que la excursión de fin de curso en la vieja escuela siempre era a la playa de San Lorenzo de Gijón una extraña expresión: «¡Viva la mar de Oviedo!».

Extraña expresión siempre y cuando Oviedo, como León, no tiene mar.

Será la solidaridad entre los que no tienen mar, pero lo sueñan.

Lo sueñan y por eso lo han llevado a sus viejas canciones y se multiplican las coplas de alta montaña leonesa en las que se canta a las playas que no tienen y el aroma del mar que disfrutaron un día en la Escalerona.

Lo sueñan y por eso las paredes de tantos de nuestros bares de tierra adentro lucía con frecuencia un cuadro en el que aparecían todos los nudos marineros que muchos soñadores de los mares del norte utilizaban para sujetar la hierba del carro con armantes cuando las empacadoras aún eran una quimera. Y ataban con nudo de as de guía, de vuelta de escota, ballestrinque, de trébol o tejedor, además, cómo no, del nudo de pescador, con manos de labrador.

Lo sueñan y por eso en tantas casas hicieron anclas construidas con viejos azadones después de pasar por el fuego de la herrería. Rejas de arados en tierra que acaban siendo gigantes arpones de mar o finalmente convertidas en perchas en las que colgar aquello que une a las gentes del campo y ‘la mar’: los aperos, los cascos, los utensilios de trabajo...

Pueblos unidos en los aperos y separados por el mar, o por su ausencia.

De ahí que canten juntos ¡Viva la mar de Oviedo!
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