Un imperecedero cuento

De entre las nieves de Corgan nace esta mágica historia. ¿Te atreves a entrar?

Ruy Vega
27/01/2019
 Actualizado a 15/09/2019
Portada de la obra de Chary Martínez ‘Sombras, un cuento corto de invierno’ en la mesa de lectura de Ruy Vega.
Portada de la obra de Chary Martínez ‘Sombras, un cuento corto de invierno’ en la mesa de lectura de Ruy Vega.
Te escribo esta nueva carta, papá, sumergido en la soledad de la noche. Lo hago con la tenue luz que proyecta la pantalla del ordenador portátil. Mientras, una suave y lejana melodía, que parece recitar con sinceridad versos de ‘El Cuervo’ de Allan Poe, me lleva donde deseo. Y es que esta vez, luego me darás la razón, no podría hacerlo de ninguna otra manera. ¿Por qué? Porque así lo pide a gritos este nuevo libro, titulado ‘Sombras’, de Chary Martínez López.

Te aconsejaría leerlo bajo un árbol de triste figura, cuyas hojas, por caducas, ya hubiera olvidado. Te pediría que lo hicieras un día de nieve, con ese frío que te impide huir, pero también en una noche tormentosa, quizá con la luna sonriente, palpando el miedo más brutal. Y todo, papá, porque hacia allí nos traslada este nuevo libro, un cuento de hermoso terror perfilado bajo la batuta de quien sabe bucear entre nuestros sueños y temores.

Me fascinó, como sabes, el sutil y delicado trato que ‘El sueño del ángel’, de Elisa Vázquez, hizo con la muerte y el miedo. Ahora, Chary nos regala un terror de cuento bañado en pesadilla. No te puedo esconder que estamos ante una historia con una profunda atmósfera a lo Tim Burton y su necesaria oscuridad que, por bella, no deseas abandonar.
Escribir terror, creo, es extremadamente difícil (hacerlo bien). Si además se sumerge en una historia fantástica, la complejidad es realmente elevada. Así te lo comenté ya alguna vez, y por eso creo más que justo reconocer el mérito de ‘Sombras’.

De la imaginación de cada autor nace un mundo único que se plasma, posteriormente, en obras muy personales. El mundo que se nos deja ver, en este caso, es mágico en esencia, con la oscuridad siniestra que solo puede aportar el talento, con entradas y salidas que confluyen en un viaje de mística nocturnidad, casi cual pesadilla deseada.

Esta vez, papá, volaremos a Corgan, un tranquilo pueblo donde, como en la vida que ciertamente nos rodea, todo cambia en un instante: aquel en el que el cruce de destinos, quizá caminos, remueve la tranquila paz de la humilde gente que acabaría perdiendo la inocencia. Y es que así de caprichoso es el destino. Tú lo sabes, yo lo sé, y todo habría sido distinto si no se hubiera cruzado en nuestro camino. Puede que no tuviera que escribir estas cartas, que todavía nos unen, y pudiéramos seguir hablando de literatura, pero cara a cara, como tantas otras veces hicimos. Me pregunto si en Corgan ha nacido una historia como la nuestra…

Chary nos abre sin tapujos a su imaginación. Nos permite sumergirnos de lleno en un punto que bien podría ser cualquiera de los lugares descritos en sueños, llamado, como te comentaba antes, Corgan. Allí, un acontecimiento insólito dibuja en el futuro de cada uno de sus habitantes una agobiante pesadilla, convirtiéndolos uno a uno en marionetas de un futuro mortal, en donde todo es como lo ves, pero nada es lo que parece.

En aquel lugar, todo lo que te rodea va envolviéndose en su manto de terror, extendiendo las garras esqueléticas de aquel que se cree inmortal, atrapándote en un camino sin fin y del que dudarás si puedes salir.

Puede que esta mezcla de realidad y terror se explique bien en alguna de las descripciones del propio texto, como, por ejemplo, cuando nos dice que “la campana de la iglesia sonó en medio de la noche tormentosa. Su tañido era mustio, lánguido y, a la vez, amenazador”.

Bien sé que a ti te gustaba el terror. Supongo que por eso a mí también me atrae enormemente. Bien sea novelado, como relato o en el mágico cine es un género al que admiro especialmente. Todavía recuerdo aquellos días, siendo un niño, en donde me explicabas cómo se crearon aquellos inmortales de la literatura como Frankstein o Drácula que, como sabes, en el caso del último, para mí siempre fue uno de los grandes libros de los últimos ciento cincuenta años.
Lograr un ambiente para este cuento no ha debido ser nada fácil. Por ello, papá, creo que el valor es el doble. Frases como: «los rincones oscuros observaban en silencio. El suelo crujía como si alguien invisible lo pisara. Las luces vacilantes de las velas dibujaban sombras amenazadoras en las paredes», sin duda, son más que acertadas. Te pongo otro ejemplo: «se sentía muy sola. Cansada. Sabía que ahí afuera, su mundo era un lugar húmedo, hostil y lleno de maldad».

Presiento que todos los que escribimos dejamos reflejado en hojas en blanco historias que siempre quisimos escuchar. Creo firmemente que, en el fondo, nunca hemos abandonado ese niño que llevamos dentro. Puede que deseemos, en cierto modo y cual Peter Pan, no crecer jamás. Sospecho que Chary siempre tuvo esta aventura de vida en su cabeza, y llegado el instante preciso, abrió la jaula de los sentidos para permitirle volar.

Me gustaría, casi tengo tentación, contarte el final. Pero no quiero. Todavía guardo la esperanza de que algún día puedas leer cada una de estas cartas, y, a buen seguro, te entrarán ganas de sumergirte en ‘Sombras – Un cuento corto de invierno’, tal cual yo hice.

El libro deja volar una historia bajo la otra tomando, por instantes, realidad e importancia la nueva sobre la anterior. Creo que es bueno, mantiene la atención del lector. Un buen ejemplo de ello podría ser ‘El secreto de las Beguinas’, de Pedro M. Domene, que acabo de leer, y del que quizá algún día hablemos. Porque la vida, sin duda, no es más que eso, cientos de historias que se entrecruzan y que, en su conjunto, conforman la tuya propia, todavía por escribir. Y de eso, precisamente de eso mismo, sospecho que trata, como el mensaje oculto tras unos bellos versos, o la letra de una canción sublime, este cuento. Sí, de la vida que cambia, de los caminos que se entrelazan, de la voluntad de la lucha para no dar nada por perdido, luchando contra un destino que algunos, ingenuos y entregados, dieron por seguro. Y así son los protagonistas de ‘Sombras’, imperecederos héroes y heroínas que, como tú, lucharon por su destino, por su camino, por su huida.

Estoy expectante por poder tener entre mis manos un nuevo mundo, nacido de la imaginación de la autora, convencido, como lo estoy, de que será capaz de perfilar un nuevo cuento de clara oscuridad visible a los sentidos.
Papá, quizáalgún día podamos recobrar esas tardes hablando (y conociendo) sobre distintos autores. Apunta este nombre: Chary. Es uno de la lista de necesarios.Acabo aquí una nueva carta, a ninguna parte, que cada día estoy más convencido de que tienen un destino seguro hacia un mundo infinito en el que algún día nos volveremos a encontrar.
Quizá en este cuento tenga más sentido gritar que ‘no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida’.
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